Prensa Libre

Desde lejos levantan futuro con amor y nos recuerdan que Guatemala está llena de talento.

En 2008 tomé una decisión contra el consejo de mis asesores: abrir en Guatemala la sede principal del talento tecnológico de mi empresa, XumaK. En aquel entonces, había pocos desarrolladores y la industria tecnológica era incipiente. Pero yo había visto el talento, la disciplina y la creatividad de los jóvenes guatemaltecos, en quienes decidí creer. No me equivoqué. Con el tiempo, ese talento y la industria tecnológica crecieron. Hoy, grandes empresas instalan oficinas en Guatemala y surgen emprendimientos con visión global. Aquella acción demostró que sí se puede construir futuro desde aquí.

Mientras resolvía mi asilo político en Estados Unidos, mantuve el sueño de regresar. Cuando finalmente legalicé mi estatus y pude viajar libremente, regresé a mi querida Guatemala. Al llegar vi un país que avanzaba; lento, pero con gran potencial, con jóvenes que querían aprender y con sueños que esperaban una oportunidad. Estar lejos me había hecho ver oportunidades donde muchos no las ven.

Esa mezcla de nostalgia y esperanza me impulsó a crear oportunidades en Guatemala, para que otros no vivieran la separación que mi familia sufrió. Viví la penuria migrante al cruzar fronteras ‘indocumentado’. Por eso decidí hacer lo que estaba a mi alcance: sembrar mi grano de maíz, creando oportunidades para que otros no tuvieran que pasar por la misma penuria. Transformar una historia de dolor en una historia de esperanza.

El migrante ha dado todo: trabajo, remesas y esperanza. Solo falta un Estado que le devuelva confianza.

Mientras algunos regresamos con el deseo de construir, otros millones continúan enviando desde lejos el combustible que mantiene de pie a Guatemala: las remesas. En 2025, superarán los 25 mil millones de dólares. Sostienen miles de hogares y estudios, porque muchas secundarias —que deberían ser públicas— son privadas. Más desafiante aún es un sistema educativo cooptado por un líder sindical obsoleto que mantiene de rehenes a miles de alumnos—que también impide desarrollo real. En los municipios donde más remesas entran, la pobreza persiste; las escuelas siguen sin escritorios, sin tecnología y sin maestros, los hospitales sin medicinas y los caminos sin mantenimiento.

Las remesas no son una solución permanente, pero siguen siendo una oportunidad para construir prosperidad desde lo local. No solo representan sacrificio familiar, sino también confianza en Guatemala. Por eso que las instituciones financieras tienen en sus manos la posibilidad de convertir ese flujo en desarrollo, creando productos que fortalezcan el ahorro y multipliquen el impacto de cada dólar. Si una parte del costo de envío, recepción y tasas de cambio de esas transacciones se destinara a inversión social —en educación, salud o infraestructura comunitaria—, las remesas podrían convertirse en el mayor motor de transformación local. Más que mover dinero, los bancos tienen la oportunidad de mover esperanza hacia los lugares donde más se necesita.

Pero este esfuerzo también exige voluntad política. En los últimos años se han dado algunos pasos —que después se han politizado—, como la creación de CONAMIGUA (Berger), que en el último gobierno llegó a ser dirigida por alguien sancionado por Estados Unidos, incapaz de asistir a los migrantes, o la oficialización del voto en el extranjero para elegir presidente (Morales), a medias, porque los migrantes no podemos elegir diputados ni alcaldes. La mayoría de los diputados y partidos políticos teme a una ciudadanía con poder económico, capaz de generar e implementar ideas y sobre todo de exigir cambios y transparencia que favorezcan al país.

El migrante ha dado todo: trabajo, remesas y esperanza. Lo que falta es un Estado que le devuelva confianza. Guatemala no puede seguir creciendo desde la distancia. El verdadero progreso ocurrirá cuando el talento, el trabajo y las remesas encuentren un mismo propósito: que ninguna familia tenga que separarse para sobrevivir. La fe de un migrante puede transformar a una nación que aprende a creer, crear y crecer desde adentro.

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Marcos Antil SoyMigrante.com, Founder - CEO
Emprendedor tecnológico, maya q’anjob’al y migrante guatemalteco. Impulsor de la educación y la transformación digital. Fundador y CEO de la compañía XumaK durante 18 años, con clientes en más de 25 países. Y ahora de SoyMigrante.com, LLC.