Prensa Libre

Cambio educativo implica dejar de estar viendo al pasado para poder ver hacia el futuro.

La estrategia de formación tecnológica desde los primeros años es clave para introducir a Guatemala en el ciclo productivo internacional. Con ello me refiero a la frecuente mención de atracción de inversiones. Políticos, funcionarios, organizaciones señalan la necesidad de generar condiciones en el país para que más empresas instalen aquí fábricas y centros logísticos.  

Es verdad que se debería tratar de un plan integral: infraestructura, seguridad pública, leyes de competitividad que hagan irresistible la llegada de firmas internacionales de alto nivel. Pero el factor fundamental siempre es el mismo: una formación educativa que prepare para la vida moderna, que desarrolle códigos de excelencia, habilidades e innovación.

Es llamativa la pasión de ciertos dirigentes magisteriales defienden ciertos intereses, el más reciente un “seguro escolar” que era todo menos seguro, cuya atención era “a distancia”, sin monitoreos de resultados, pero, lo peor de todo, carísimo: Q 843 millones en cuatro años.   Con ese monto se hubiesen tecnificado decenas de escuelas e institutos, con equipos, software, talleres externos, maestros especializados para capacitar a los docentes.

La base para que Guatemala sea un destino de inversión es un modelo educativo moderno.

Pero justo allí radica la diferencia que se puede y debe marcar en la visión de futuro del país: en el deseo, el compromiso y la fidelidad de los maestros para con la formación de esas mentes del mañana que ya están presentes. Y aclaro, a lo largo de giras del libro Migrante y de mi experiencia personal, he conocido a tantos profesores y profesoras, de todos los niveles, desde pre primaria, primaria y secundaria o diversificado, que cuentan con el don de enseñar, la mística de trabajo y una sólida ética. La limitación de recursos no los detiene, porque justo allí radica el secreto de la innovación: crear mejoras en medio de las dificultades, producir soluciones precisamente porque hay muchos problemas pendientes.

Las comunidades y los padres de familia tienen un papel fundamental en el impulso de estos cambios. Quizá en su niñez y juventud no tuvieron oportunidad de terminar la primaria o la secundaria, porque tenían que trabajar o cuidar a sus hermanos. Ellos saben el alto costo de una vida sin la formación educativa necesaria. Son talentosos y trabajadores, por eso han salido adelante, pero quieren para sus hijos un futuro de desarrollo.

Esos padres y madres pueden exigir mejores resultados, mejores programas educativos, mejora de equipos. No se trata solo de pedir y esperar, muchos de ellos toman acción. Y tengo un buen ejemplo. La aldea Guaisná, San Mateo Ixtatán, Huehuetenango está a 12 horas de camino desde la ciudad de Guatemala. A 4 horas desde la cabecera de Huehuetenango. No tenían instituto y menos un laboratorio de computación—todo se veía como algo muy lejano. Pero ahora ya tiene instituto y desde noviembre de 2023, ya tiene su set de computadoras, con conexión a internet, porque los padres forman parte de los productores de café del proyecto #CaféConCausa, el cual dedica a mejoras educativas en comunidades todas las ganancias de la venta de grano de alta calidad, cultivado en las montañas huehuetecas. Es solo un granito de maíz. O más bien una taza de café con aroma a educación. Pero si nosotros, siendo pequeños podemos hacerlo ¿por qué no lo puede trazar el Ministerio de Educación o por qué no lo puede promover el sindicato magisterial?

Tecnificar escuelas no es una utopía. Tener más maestros de programación no es imposible. Crear una visión de transformación para la próxima década nos involucra a todos, pero eso implica incluso cambiar liderazgos que solo miran hacia el pasado y no hacia el futuro.