Unidos somos fuertes. Nos une el objetivo de transformar positivamente al país para generar oportunidades.
El progreso en Guatemala está ocurriendo, aunque de manera lenta. Los guatemaltecos, tanto aquellos que trabajan arduamente dentro del país como los que se han visto forzados a migrar, luchan cada día para llevar el pan a la mesa familiar y, con ello, mantener viva la esperanza de un futuro mejor. Estos ciudadanos son valientes. Lo demuestran a diario al enfrentar grandes desafíos, esforzándose por crear oportunidades y mejorar la vida de sus familias.
Es inspirador ver a los guatemaltecos ser parte de un equipo. Un solo equipo a cargo del progreso, donde además de trabajar juntos, cada uno se adueña de sus acciones, decisiones y futuro. Hace un año, muchos guatemaltecos, la gran mayoría jóvenes, ejercieron su derecho al voto y, juntos, lograron generar una nueva esperanza para Guatemala. Esta esperanza enfrentó grandes obstáculos de un pequeño grupo, los mismos que hoy siguen buscando cómo frenar el avance. Sin embargo, es notorio cómo poco a poco están siendo desenmascarados o ellos mismos se exhiben con sus actos que van contra la voluntad de los guatemaltecos.
Durante años, malos administradores públicos fueron cómplices para cooptar las instituciones. Pero hoy se encuentran frente a una fuerza mucho mayor: la ciudadanía guatemalteca. El deseo del pueblo por consolidar un cambio genuino es inevitable y nada ni nadie lo podrá detener. A este retoño le empiezan a brotar nuevas ramas y, con ello, poco a poco se fortalece. A pesar de múltiples intentos de sabotaje, el momento de florecer se acerca más. No para un grupo, no para un partido, sino para todos los guatemaltecos de bien.
Los guatemaltecos somos inteligentes, fuertes, valientes y decididos: no podemos claudicar en nuestros objetivos.
Desenredar los problemas creados durante tantos años, décadas, requiere paciencia, diálogo y esfuerzo. Pero cuando el deseo de transformación es genuino, nada es imposible. Los guatemaltecos que han sufrido las consecuencias de la corrupción y el abandono del Estado —de las carreteras, los hospitales, las escuelas— pueden reconocer cuando se dan pasos para enderezar el rumbo de Guatemala.
El gran objetivo es poner el poder de decisión en manos de la ciudadanía. Está por plantearse una nueva reforma a la ley electoral y de partidos políticos, que puede constituir una puerta a esa esperada etapa de verdadera consolidación democrática, con la cual se abre la posibilidad de alcanzar el anhelado sueño guatemalteco.
Es un proceso largo y desafiante, pero con unidad, perseverancia y la participación de todos, podemos emprender la recuperación de la institucionalidad, la renovación de la justicia, el fortalecimiento de la equidad y la defensa constante de la representación democrática. Con ello podremos exigir resultados concretos a los diputados que pidan nuestro voto. Ellos deben representar nuestros intereses. Pero para ejercer ese poder democrático debemos estar unidos. Juntos somos inquebrantables. Divididos, somos fáciles de conquistar. No caigamos en la confrontación entre hermanos y hermanas. La división es la manera más fácil y eficaz de debilitarnos, y es —en todo momento— promovida por quienes desean vernos débiles. Hemos pagado caro por estar confrontados y divididos, y hemos sufrido las duras lecciones de la historia reciente. Pero ya no más: todos debemos aprender a ser ciudadanos activos. Eso es lo que temen los politiqueros.
Lograr la democracia en Guatemala no fue fácil. Recuperarla tampoco. Pero con determinación, trabajo duro y mucha perseverancia, podemos superar los obstáculos con la vista puesta en el mejor futuro que queremos para nuestros hijos e hijas. Solo accionando, defendiendo y velando por nuestra democracia, podemos garantizar que los intereses del pueblo sean siempre la prioridad. Solo unidos, podemos construir nuestro #sueñoguatemalteco.