Miles de estudiantes enfrentan dificultades por controversias en la USAC.
Siempre que viajo a Guatemala, conozco a más compatriotas innovadores, con grandes ideales, increíble esfuerzo y resiliencia. Muchos de ellos, jóvenes, representan el mayor potencial del país para resolver desafíos que pueden parecer complicados, difíciles y hasta «imposibles». Sin embargo, para los guatemaltecos honrados y trabajadores, nada—absolutamente nada en esta vida es imposible. Derrotar a la corrupción es posible; se puede y se debe cambiar a los malos servidores públicos; se puede, se debe y se necesita transformar instituciones para hacerlas modernas, democráticas y eficaces. Pero nadie lo hará por nosotros.
En mi viaje más reciente a Guatemala, tuve el placer de conocer a una estudiante que cursa una carrera científica en la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC). Admiro la resiliencia de los estudiantes de la USAC, tal como vi en esta estudiante una firme determinación de finalizar su carrera a pesar de las adversidades y la incertidumbre que enfrentan los procesos en tan importante casa de estudios. Desafíos de abusos de liderazgo, como por ejemplo lo que apenas pasó en la Escuela de Ciencias de la Comunicación, que acaba de ser objeto de un grave abuso por parte del llamado Consejo Superior Universitario, que ordenó la sustitución de su representante estudiantil, incómodo por su postura crítica hacia el actual «rector», y lo cambió por un estudiante que le es cómodo—de ¡otra facultad! Hay más eventos así preocupantes que suceden en nuestra única universidad pública.
La joven estudiante mencionó que los alumnos de la #SOYUSAC enfrentan enormes desafíos. La pandemia de COVID-19, que todos vivimos, obligó al cierre del campus central y sedes, interrumpiendo la educación presencial y desplazando a los estudiantes hacia modalidades de aprendizaje a distancia. En algunas carreras esa modalidad funcionó, pero para otras no, como por ejemplo para la escuela de medicina y odontología donde los estudios y la experiencia requieren presencia física. Si eso no fuese suficiente, posteriormente, la universidad enfrentó cierres debido a conflictos internos, específicamente por la lucha para liberarla de un decano considerado ilegítimo.
La autonomía de la USAC es para impulsar educación de calidad, mejores docentes y más oportunidades.
En 2022 fueron públicas y evidentes las terribles maniobras para dejar fuera a grupos de votantes que no apoyaban al actual «rector», incluyendo la presencia de grupos violentos. La resistencia contra esa elección fraudulenta ocasionó una suspensión de actividades presenciales debido a la toma de la Ciudad Universitaria por parte de un grupo de opositores. Una lucha que sigue y que vale la pena defender.
Este año se retomaron por fin las clases presenciales, pero el incendio tóxico del relleno de Amatitlán obligó a otro cierre temporal hace tan solo dos semanas, exacerbando la inseguridad entre los estudiantes sobre cuándo podrían retomar sus estudios de manera ininterrumpida. En la Universidad de San Carlos, hay demasiadas inquietudes y cicatrices emocionales. Necesita una renovación—¡ya!.
A dos años de la actual dirección, no hay mayores resultados y no hay una apertura real a la representatividad democrática de todas las facultades y escuelas; esto hace que una reforma universitaria sea necesaria ahora más que nunca.
Esta incertidumbre está haciendo mucho daño a nuestros jóvenes, ya causa efectos en las vidas estudiantiles. Hay pérdida o desgaste de talentos. Algunos estudiantes han optado por irse a estudiar a universidades privadas, con gran esfuerzo, porque necesitan avanzar. Otros comienzan estudios independientes o cursos en línea. ¡Luchan! Sin embargo, muchos incluso sufren de depresión y desánimo al ver que sus contemporáneos se gradúan. Todo sucediendo mientras personas oportunistas, sin don de servir, de enseñar se ganan cargos dentro de la universidad estatal que representa la oportunidad de acceso a educación superior para miles de jóvenes de provincia y áreas marginales.
Esta brecha educativa no solo afecta las perspectivas de vivencia de los estudiantes de la Universidad de San Carlos, sino que también perpetúa un ciclo de desigualdad y limitación de oportunidades. Resalta la importancia crítica de que el Estado de Guatemala cuestione al “rector” y al CSJ en favor de la calidad educativa y el bienestar de los estudiantes. El aprendizaje, la investigación, la discusión profesional y el Estado de Derecho deben regresar a la USAC.
Es importante resaltar que la autonomía de la Universidad de San Carlos de Guatemala no es para que un grupúsculo violento crea que puede hacer lo que le venga en gana, sino para generar mayor inversión en una educación de calidad, en tecnología, en contratar mejores docentes y abrir caminos a más estudiantes para que logren sus metas académicas y contribuyan al desarrollo de Guatemala.