Los guatemaltecos somos creativos, trabajadores y esforzados: unidos podemos transformar el país para nuestros hijos.
Los guatemaltecos tenemos un país de grandes riquezas y somos herederos de una cultura y una historia milenaria que nos llena de orgullo y nos identifica ante el mundo. Esta patria tiene un corazón resiliente, construido a base de muchos sufrimientos e injusticias, pero también forjado a base de un inmenso amor de tantas familias y comunidades, y una infinidad de potencial incorporado en el corazón de cada guatemalteco. Y es por eso, cuando su gente se decide a transformar algo, todo el país se sacude: precisamente lo que vimos en las elecciones del pasado mes.
Es gratificante atestiguar el hecho que los jóvenes, el talento del presente y base al futuro, toman en sus manos la dirección de Guatemala. Su voto marca la historia e inspira nuevos horizontes. La ciudadanía guatemalteca salió a ejercer el verdadero y único poder sobre el cual se fundamenta el Estado: la voluntad popular, que debe ser respetada.
No permitamos nunca más que nos dividan con ideologías expiradas, miedos o falsos argumentos.
Guatemala es grande gracias a su diversidad multicultural. Como en cualquier sociedad, no todos pensamos igual. No estamos de acuerdo en todo, por una infinidad de razones. Pero sí existe algo con la que la inmensa mayoría estamos de acuerdo: queremos dejarle a nuestras hijas y nuestros hijos una Guatemala mejor.
Nuestro anhelo de un país fortalecido y competitivo ante el mundo es común: queremos un sistema de educación moderno y de calidad. Queremos un desarrollo integral. Queremos que nuestros emprendimientos florezcan y que se generen mejores oportunidades para no tener la necesidad de migrar (de separarnos de nuestras familias). Queremos trabajos dignos, que se valore nuestra creatividad, nuestra labor. Nos gusta trabajar y queremos ser felices. Tras este #SueñoGuatemalteco, debemos alinearnos.
Pero existe una muy pequeña minoría que se ha beneficiado de nuestra división. Le conviene vernos enfrentados. Saben que unidos somos imparables. Y por eso debemos seguir fijos en la visión del bien común, la justicia imparcial y la responsabilidad del servidor público. El resultado de estar divididos, de estarnos enfrentando es la pobreza. ¡La división nunca nos beneficia! El enfrentamiento entre guatemaltecos beneficia a ese pequeño grupo que vive de la corrupción y la impunidad. La narrativa de la vieja política; “comunismo” por ejemplo, está basada en ideologías expiradas y en fomentar miedos. Es un pensamiento estancado en el pasado, cuyas consecuencias ya sufrimos en Guatemala: le arrebató la vida a más de 200 mil guatemaltecos inocentes y un millón de desplazados. Los que fomentan ideologías extremas y polarización no aceptan que, en la era digital, todo guatemalteco tiene en sus manos el poder de la información donde las viejas estrategias no funcionan. Por ende, utilizan todo el poder cooptado por generaciones para querer seguir imponiendo su voluntad.
Si seguimos repitiendo las mismas cosas vamos a seguir teniendo los mismos resultados. Lo vemos a diario en el servicio público, que se ha convertido en un espacio para la corrupción y la impunidad. Lo vemos en las deficiencias de infraestructura en nuestras ciudades y comunidades. Lo vemos en la poca dignificación de los buenos maestros, que deben educar a nuestros niños en escuelas sin herramientas digitales y a veces en aulas casi en ruinas. Lo vemos en los deficientes servicios de salud, en las carreteras mal hechas, en malversaciones de recursos públicos, en la pobreza que azota a más del 50% de los guatemaltecos o en la migración forzada.
Guatemaltecos y guatemaltecas, estamos en el momento de enfocarnos en el bienestar común. Reforcemos la visión de cambiar la dirección del país. Una visión moderna que debe privilegiar el desarrollo integral de nuestra sociedad, la educación, la generación de empleos, la salud y la depuración de malos funcionarios.