Guatemala necesita y está lista para una nueva era de emprendimiento digital local.
Durante más de 25 años he estado sumergido en el mundo de la tecnología. Trabajé en proveer soluciones para grandes empresas que invirtieron millones de dólares para habilitar la venta de sus productos por internet. Era un gran desafío y solo era posible lograrlo con presupuestos muy altos o en países altamente tecnificados. Parecía lejos de nuestras manos.
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Por eso me emociona saber que ahora este modo de hacer negocios está al alcance de todos. Toda persona, incluso desde una comunidad lejana de centros urbanos, puede mostrar y vender lo que produce a toda Guatemala y al mundo entero.
Esta proximidad virtual es estratégica para quienes elaboran productos con sus manos, con dedicación y pasión: ya sea miel artesanal, café, cuadros pintados a mano, ropa tradicional, bisutería, joyas o tejidos. También para pequeños emprendedores del comercio que desean distribuir productos a todo el país.
La tecnología abre caminos para que nuestros productos viajen tan lejos como nuestros sueños.
Con un celular y una conexión a internet, el mundo está abierto: se pueden tomar fotos del producto, escribir una descripción que explique su historia y significado, y subir ese contenido a redes sociales o a una tienda en línea. Si alguien no sabe cómo hacerlo, hay videos y tutoriales para todo, o se puede recurrir a motores de inteligencia artificial —un ayudante digital que aprende y nos da ideas o respuestas cuando lo necesitamos—. Este recurso está literalmente a la mano de quien quiera aprovecharlo. Y esa es la palabra clave: querer.
Este alcance permite conectar con alguien que necesite, aprecie y busque la utilidad, el interés y el valor de ese producto; todo desde la casa, la aldea, la comunidad. Lo que antes solo era posible para empresas grandes, hoy está al alcance de quien desee, necesite y decida aprender.
Esto no solo beneficia a quienes venden. También ayuda a quienes quieren comprar. Imagina esto: vives en Petén y puedes conseguir una blusa típica de San Francisco El Alto, Totonicapán, un núcleo de artesanía textil. Solo el viaje tomaría más de 12 horas. Pero ahora, con una tienda digital, puedes hallar productos en línea, hacer preguntas, pagar con tu celular y recibir el artículo en tu casa.
El cambio ya está ocurriendo en muchos países. En Guatemala y en Centroamérica, el comercio electrónico todavía está empezando, pero estoy convencido de que va a florecer. Así como pasó con los celulares. ¿Lo recuerdan? Al principio, muy pocas personas tenían uno. Hoy, Guatemala es uno de los países en Latinoamérica con más aparatos por persona.
Y así será también con vender o comprar por internet. Un día será tan común como usar WhatsApp o ver videos en TikTok. Con ello, las oportunidades van a llegar a más hogares guatemaltecos. Productos que antes nadie imaginaba vendiéndose en línea ya tienen espacio, porque no hay límites y nada es imposible.
Desde mi experiencia, lo digo con certeza: la tecnología no es solo para expertos ni para ciudades grandes. Es para todos: para pueblos, aldeas y zonas que antes eran aisladas. La clave está en animarse, perder el miedo, valorar nuestro producto y empezar a comercializar sin salir de casa.
El celular puede ser nuestro gran aliado productivo: no solo para mostrar lo que hacemos, sino también para contar nuestras historias, compartir tradiciones e integrar nuevos lazos con personas que valoran lo auténtico, lo fabricado con cariño y con identidad.
El camino digital es una nueva ruta de democracia y desarrollo, de crecimiento y competitividad, donde nuestros productos locales, hechos con amor y orgullo, puedan cruzar fronteras y llegar tan lejos como nuestros sueños.
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