El cierre vehicular de la Antigua Guatemala fue una decisión audaz.
Al embarcarme en esta reflexión, reconozco los retos que surgen al transformar a la maravillosa Antigua Guatemala en un espacio más amigable para los peatones. El cierre a vehículos ha provocado reacciones diversas, incluyendo quejas, polémica, pero también elogios y felicitaciones -muchísimos-. Fue una decisión audaz y este tipo de pasos suelen afrontar resistencias al cambio, que deben ser atendidas, pero sin perder el gran objetivo: hacer de la monumental ciudad colonial un destino peatonal de clase mundial.
Recuerdo con entusiasmo cómo, hace dos semanas, mi esposa y yo experimentamos de primera mano el encanto de caminar por las calles de la Antigua Guatemala, libres de automotores. Fue una experiencia profundamente gratificante que nos permitió redescubrir la magia de sus calles sin interrupciones ni ruido ni peligros del tráfico. Aunque las aceras estrechas suelen presentar un desafío, la ausencia de vehículos transformó totalmente nuestra vivencia, permitiéndonos disfrutar de su magnífica herencia colonial.
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Este cambio nos brindó la oportunidad de conectarnos más con las personas, con las texturas y el mágico paisaje, así como descubrir la accesibilidad de sus tiendas de una manera nunca antes experimentada. Esta emoción era compartida por turistas extranjeros; porque al estar en el aeropuerto internacional La Aurora regresando a casa, pudimos conversar y escuchar a varios de ellos sobre su experiencia peatonal. No sabían que la iniciativa del cierre vehicular los días domingos era reciente, creían que era algo normal. Comparando los domingos a los otros días con vehículos, expresaron su deseo de que fuese sin vehículos todos los días.
Entiendo que cualquier cambio de esta magnitud requiere esfuerzo, y que la infraestructura destinada a la atención de visitantes, ya sean nacionales o extranjeros, necesita ser transformada para adaptarse mejor a sus necesidades. Pero el primer paso ya se dio y es valiente. Estoy convencido de que los beneficios de esta transformación superarán con creces las molestias o inconvenientes iniciales. Las ciudades que han limitado el acceso vehicular en sus centros históricos se abren a un nuevo paradigma de desarrollo.
La Antigua Guatemala, al enfocarse en las personas, muestra un potencial enorme para revitalizar la economía local. Los comerciantes, ante el incremento de peatones, encuentran una oportunidad inigualable para innovar y ofrecer experiencias de compra que atraen tanto a turistas como a residentes. La reducción del tráfico vehicular disminuye significativamente la contaminación del aire y sonora, contribuyendo a un ambiente más sano y sostenible. Según datos del Inguat, la Antigua Guatemala recibe más de la mitad de los turistas extranjeros que visitan el país. Es el destino más frecuente y es este interés el que refuerza la idea de equilibrar la conservación con el avance económico. La clave reside en la voluntad política y la visión estratégica de nuestros líderes.
La Antigua Guatemala puede ser la referencia más moderna y vanguardista de turismo sostenible centrado en las personas, tanto las que visitan como quienes la habitan. Por ello es importante reconocer la valentía del nuevo alcalde de la Antigua Guatemala, Juan Manuel Asturias, quien impulsa a cambios. Por ahora, el acceso peatonal al centro histórico se limita a los domingos, pero ojalá, este modelo se extienda a una Antigua donde se pueda caminar todo el tiempo. La transformación no solo es física en las calles, sino una visión más inclusiva, saludable, vibrante y mágica en Santiago de los Caballeros de Guatemala, ciudad capital entre 1543 y 1775.