Padres y comunidades deben exigir educación de calidad: esa es la mejor enseñanza que pueden brindar a sus hijos.
En mi pueblo de Jolom Konob conocí a unos jóvenes que estaban emocionados de regresar a la escuela y algunos a comenzar diversificado en un plantel público. Les brilla la mirada. Algunos habían leído Migrante y están inspirados a luchar por sus sueños. Al igual de lo que mi familia hacía con nosotros, cuando vivíamos en Santa Eulalia, algunos se trasladaron a la cabecera municipal para comenzar clases dejando a sus padres y hermanitos pequeños en las aldeas para la cosecha de café. Les dijeron que comenzarán en enero y los padres hicieron preparativos para que se fueran a estudiar. Pero únicamente les mostraron las aulas y les dijeron que las clases empezarían hasta febrero. No tienen el lujo de pagar pasajes nuevamente para regresar con sus padres—así que se quedan solos.Algunos se lamentan y desearían que sus padres pudieran pagarles un colegio privado, porque allí sí las clases arrancaron en enero.
Después de tres años de suspensiones por la pandemia, este ciclo debió empezar con fuerza y entusiasmo. Y en las que comenzaron, no tienen libros, tecnología, y en muchas comunidades tampoco tienen maestros. “El tiempo es oro” reza un viejo dicho que a menudo se asocia con producción económica, pero se puede aplicar al tiempo aprovechado en formar niños y jóvenes. Ese potencial es más valioso que el oro, pero se desperdicia por malos criterios, pésimas decisiones ministeriales y falta de interés por el país.
Después de 3 años urge recuperar el tiempo educativo perdido: es lamentable que aún haya planteles públicos sin dar clases.
Los padres de familia están preocupados porque quieren un mejor futuro para sus hijos y saben que cada día perdido nunca se recupera. Y después de casi tres años con clase a distancia lo mínimo que se podría esperar es dedicación total. La MINEDUC no puede decir que no tuvo tiempo para preparar este anhelado regreso a las aulas.Este descuido es el resultado de la mala administración que hay en el país—desde el Ministerio de Educación.
En algunas comunidades hay colegios privados que sí empezaron clases hace un mes. ¿Por qué en las escuelas públicas no? Muchos padres hacen hasta lo imposible para darle educación a sus hijos ante estas situaciones. En EE. UU. yo conozco a padres que tienen hasta tres trabajos para poder generar ingresos para su sostenimiento y para pagar educación privada a sus hijos que dejaron en Guatemala. Se confirma que muchos malos administradores públicos colocan el lucro por encima del bienestar de la niñez.
Por eso es necesario que los padres y las comunidades en conjunto tomen en sus manos este tipo de situaciones. Quizá faltan maestros, falta mobiliario, falta tecnología,pero no van a llegar por sí solos si no elevamos la voz para reclamarlo.Estamos en tiempo electoral y muchos candidatos van a ofrecer de todo si votan por ellos: eso es una trampa. Son las autoridades actuales las que tienen que responder: diputados, alcaldes, y el Ejecutivo. Y deben hacerlo no por votos sino porque es su simple, llana y obvia obligación.
Desde el hogar,debemos inspirar a nuestros niños y jóvenes a no ser pasivos. Que no se dejen utilizar.Debemos enseñarles que los guatemaltecos somos inteligentes, que tenemos la ley de nuestro lado y que solo necesitamos actuar con unidad, sin que nos dividan las campañas o las polémicas.
El tiempo de nuestros niños es más valioso que el oro: no dejemos que se desperdicie por conveniencias o negocios, menos aún a esperar que llegue otro a ofrecer lo mismo. Ser ciudadanos es velar por las futuras generaciones para que tengan un país mejor. Esa es la enseñanza principal para ellos: mostrarles que nosotros defendemos su futuro y que ellos pueden hacer un país aún mejor, porque en esta vida—nada, absolutamente nada es imposible.