Con trabajo colectivo y sano liderazgo, el desarrollo puede iluminar los rincones más remotos de Guatemala.
El 2024 fue un año histórico para las aldeas de Cocolá, Santa Eulalia, Huehuetenango. Un año de transformación, en el que florecieron proyectos que llevaron décadas de esfuerzo, gestión y perseverancia de los cocolenses. En Cocolá Grande pasé mis vacaciones escolares de infancia trabajando en pepenar café y cardamomo. Está a 300 km de la capital, pero llegar toma 12 horas de viaje y solo se puede en vehículos 4×4. Aun así, ocurrieron tres hechos históricos en 2024:
- Propiedad de la Tierra. Las familias de ambas aldeas recibieron los títulos de propiedad de sus tierras tras casi 50 años de gestiones. No fue fácil: personas inocentes perdieron la vida defendiendo sus terrenos de quienes intentaban arrebatárselos. Gobierno tras gobierno ignoraron sus demandas. Pero en 2024, con la firma del presidente Arévalo, el anhelo se tornó realidad. Cada título es más que un papel: es justicia, seguridad jurídica, dignidad y la posibilidad de construir un mejor futuro.
- Llega la energía eléctrica. Apenas la semana pasada, el 28 de diciembre, la electricidad llegó por primera vez a Cocolá Grande. Por ser una comunidad donde el voto de sus ciudadanos se divide entre los municipios de Santa Eulalia y Santa Cruz Barillas, tomó décadas, no generó interés para los politiqueros que miden su apoyo en votos. La conexión eléctrica no se debe a ninguna autoridad municipal: el mérito es de los vecinos. Se organizaron y designaron a cinco líderes para gestionar el proyecto. Estos líderes viajaron numerosas veces a la capital, un trayecto de varios días en camioneta. La comunidad cubrió sus gastos y hallaron respaldo en la diputada Lucrecia Samayoa, quien dio seguimiento a las instituciones clave para que Cocola Grande pase de décadas de noche oscura a la luz. La electricidad representa la posibilidad de leer y estudiar con iluminación nocturna, de conservar alimentos, de emprender pequeños negocios, de mejorar la conectividad digital y de soñar con un futuro más brillante sin tener que migrar.
- Recuperación de maestros. 2024 marcó el retorno de algunos maestros que fueron retirados de la escuela local por “falta de presupuesto”, según se excusó la ministra de Educación del gobierno anterior. Ahora los niños de la aldea podrán continuar formando su inteligencia..
Cuando una comunidad se une, el cambio deja de ser un sueño, se enciende e ilumina nuevos horizontes.
Es poderosa la combinación de certeza jurídica sobre la tierra, la llegada de energía eléctrica y el nombramiento de maestros. Para la comunidad, son avances que transforman sus vidas y son pasos concretos hacia un desarrollo humano sostenible. Tomó demasiados años y faltan muchas áreas remotas, pero la luz de Cocolá Grande demuestra que sí se puede superar esos desafíos estructurales que mantienen en el abandono, en la pobreza y en la marginación a tantas comunidades. Con dedicación, trabajo y la vista fija en un objetivo —nada, absolutamente nada es imposible.
La luz de la unión en la aldea Cocolá Grande es una esperanza para todo el país. Demuestra que las comunidades rurales importan, que son capaces de superar barreras y gestionar su avance con perseverancia. Evidencia que el desarrollo puede y debe llegar a los lugares más remotos, siempre que las autoridades pongan a las personas en el centro de su labor.
El camino pendiente es largo: escuelas abandonadas o sin maestros, hospitales precarios, carreteras en pedazos, migración forzada, inseguridad, politiqueros y corruptos que intentan bloquear la democracia para seguir enquistados. Cocolá Grande nos demuestra que el cambio empieza con nosotros y llega hasta donde decidamos. En 2025, unámonos en trabajo y esfuerzo para iluminar no solo a nuestras comunidades, sino a toda Guatemala.