Jóvenes graduandos de familias migrantes guatemaltecas lucen con orgullo símbolos patrios: inspiran alegría, orgullo y esperanza.
Ha sido profundamente inspirador ver graduarse, en semanas recientes, a tantos jóvenes guatemaltecos o con raíces guatemaltecas en los Estados Unidos. Sus logros nos llenan de esperanza de un futuro mejor, porque demuestran una vez más que los guatemaltecos somos talentosos. Pero para hacer que ese talento florezca, se necesita de herramientas, acceso a educación de calidad y maestros comprometidos con la misión de cultivar inteligencias.
Los migrantes guatemaltecos como yo hemos visto con orgullo y alegría, cómo abundaron en redes sociales las publicaciones acerca de jóvenes guatemaltecos que se graduaban de High School o de la universidad, como Limayre Gramajo, médica, o Brandon López, ingeniero en sistemas y psicólogo, o incluso tan pequeños en preescolar—como mi hija Yanushka Lucía-. Así, existen tantos jóvenes guatemaltecos en EE.UU. con puntuaciones sobresalientes, menciones honoríficas e incluso becas para proseguir sus estudios.
La educación gratuita en Estados Unidos es una plataforma de equidad en la cual jóvenes guatemaltecos destacan y se proyectan al futuro.
En apenas tres meses empezarán también las graduaciones de diversificado en Guatemala. Y aquí también los jóvenes tienen el objetivo de seguir cultivando su inteligencia y creatividad. Buscan una disciplina donde puedan pulir su potencial, para llevarla a máximo nivel. Pese a los desafíos diarios en un Estado históricamente cooptado por personas inescrupulosas, los jóvenes siguen firmes y siempre adelante. Un ejemplo es la Universidad de San Carlos, que tiene un rector ilegítimo. Su interés es silenciar y perseguir a los estudiantes que lo desafían, queriendo sofocar esa luz del saber. Pero el saber siempre es libertad y terminará por irse. Urge recuperar la máxima casa de estudios de Guatemala. La juventud siempre supera obstáculos y tiranías.
En EE.UU. también hay desafíos. Pero hay caminos —a veces pequeñas veredas- que permiten a los jóvenes visionarios avanzar. Han aprendido a esforzarse por metas gracias al ejemplo de sus padres, que supieron convertir las limitaciones en oportunidad, y la necesidad de trabajar en convicción. Por experiencia saben que la educación es vital para que sus hijos logren sus sueños. Una gran mayoría llegó a EE.UU. con una escolaridad de básicos o bachillerato, bastantes solo con primaria. O como en el caso de mis padres, sin haber ido nunca a la escuela.
Pero se esfuerzan incansablemente, a veces con dos o tres empleos, para brindar a sus familias una vida digna. En EE.UU. pagan sus impuestos, pero reciben una educación gratuita de calidad, que les da a niños y jóvenes guatemaltecos un espacio de equidad respecto a estudiantes estadounidenses y migrantes de otros orígenes. Es allí donde brillan muchos jóvenes latinos y guatemaltecos, que, a pesar de haber llegado muy jóvenes o de haber nacido allá, sienten como propia la identidad guatemalteca, aman el azul y blanco y se sienten orgullosos de una raíz que conocieron a través de sus padres y también sus abuelos radicados en Guatemala.
En los actos de graduación, es imposible ocultar la emoción al ver a jóvenes que elevan la bandera de Guatemala, bordan símbolos como el quetzal y la monja blanca en sus togas, o expresan su amor por Guatemala en redes sociales. Si malas administraciones les vedaron a sus padres las oportunidades, estos jóvenes sueñan con crearlas y servir a los guatemaltecos, promoviendo un desarrollo basado en méritos y esfuerzo.
Hasta hace una década, enterarse de la graduación de un guatemalteco en EE.UU. era excepcional. Pero la Class 2024 tuvo a muchos chapines sonrientes, orgullosos de Guatemala y anhelando que la patria de sus amores también se sienta orgullosa de ellos.