Prensa Libre

Los señores de la oscuridad de Xibalbá no pudieron contra todas las flores que amanecieron.

La noche llegó en espera de la ceremonia de cambio de mando el domingo 14 de enero. Quienes viajaron desde distintas partes del país como los que viajamos desde el exterior, esperamos con paciencia. Seguros que cada anochecer trae un nuevo amanecer. Fue una larga noche—jamás vivido en la joven historia de nuestra democracia: los intentos de violentar la voluntad electoral de los guatemaltecos duraron casi seis meses, y siguieron hasta el último minuto del 14 de enero de 2024.

El viejo oficialismo del Congreso intentó retrasar, entorpecer, impedir el relevo de gobierno: pero no pudo contra la unión de la ciudadanía, contra la dignidad de los pueblos indígenas ni contra la fortaleza de diversos sectores unidos a favor del Estado de Derecho. Tanto va el cántaro al agua, dice el dicho, hasta que se rompe. Y aquí se rompió una olla de componendas, jugadas sucias, caprichos, robos descarados, arreglos corruptos que buscan solo beneficiar a unos, pero perjudicar a la mayoría.

Al igual que muchos guatemaltecos, estuve ahí. La juramentación de las nuevas autoridades presidenciales inició al filo de la medianoche y terminó de madrugada. Simbólico: una gran oscuridad dio paso al nuevo amanecer. El acompañamiento de países amigos al Pueblo de Guatemala fue valioso, vital e histórico. 

Guatemala amaneció, literalmente, con nuevas esperanzas este lunes 15 de enero.

Desde el día anterior llegaron muchísimos guatemaltecos desde la provincia a la Plaza de la Constitución. Venían por voluntad propia a acompañar el cambio de administración. Las autoridades ancestrales esperaron con gran sabiduría en el Teatro Nacional y en el Parque Central de la ciudad capitalina. Alertas y listos para acuerpar a las nuevas autoridades electas. Listos para luchar por una democracia—base para una mejor Guatemala. Las horas transcurrieron y parecían años. ¡Fueron años de espera! A última hora, el anterior mandatario ni siquiera se dignó presentarse. No importó. No hacía falta, porque estaban las personas más importantes: los ciudadanos.

Me impactó mucho la imagen de una madre maya dormida junto a su hijo en el Portal del Comercio, frente al Parque Central, en espera del cambio. Esa madre personifica a Guatemala que ahora despierta a un nuevo ciclo, a un nuevo sol, con grandes esperanzas. No hay tiempo que perder. Los nuevos encargados del Gobierno declararon la voluntad de encaminar al país por una senda de desarrollo, con mecanismos de transparencia y una renovación en favor de las grandes necesidades. Que así sea. El pueblo guatemalteco está esperando.

Lograr la presidencia del Ejecutivo y del Legislativo es una herramienta eficaz para impulsar el bien común: sí, existen muchas necesidades en Guatemala, pero eso quiere decir que existen muchísimas oportunidades de servir, de mejorar, de escribir una nueva historia.

Es clave la voluntad política y el inicio de planes para impulsar la transformación educativa, combatir la desnutrición y exigir cuentas claras del uso de recursos públicos son prioridades. 

Asimismo, como lo he dicho antes, los migrantes guatemaltecos necesitamos que nuestro sacrificio sea reconocido con hechos, y que exista una dignificación en la atención consular. Queremos ser reconocidos como guatemaltecos plenos en derecho, tener voz para llevar mejores condiciones en las comunidades donde viven nuestros familiares. Aportamos el 20% del PIB, pero sobre todo, llevamos al país en el corazón.

Amaneció Guatemala con un nuevo gobierno. Hubo intentos para que ello no ocurriera. Pero como dice el libro sagrado Popol Wuj: los señores de la oscuridad de Xibalbá no pudieron contra todas las flores que amanecieron.