Maestros, somos, en gran parte, el resultado de su esfuerzo o de su descuido.
Soy Marcos Andrés Antil. Soy q’anjobal, inmigrante, emprendedor y guatemalteco. Fundador y actual director general de la empresa tecnológica XumaK, la cual se dedica al marketing digital, sirviendo a clientes del Fortune 500 alrededor del mundo.
Y hoy comienzo una nueva etapa en mi vida, una nueva aventura; una nueva oportunidad para crecer como profesional, pero, sobre todo, para crecer como persona. Por eso, mi primera columna en este espacio que hoy inauguro gracias a la invitación de Prensa Libre, la quiero dedicar y dirigir a las personas que han sido claves en mi formación personal y profesional.
Los maestros son quienes nos moldean desde la etapa en que somos absolutamente vulnerables hasta terminar el estudio que está a nuestro alcance, y transformarnos así en ciudadanos responsables y productivos. Queridos maestros, téngannos paciencia. Guienos; usen su sabiduría.
”Maestros: somos, en gran parte, el resultado de su esfuerzo o de su descuido. ” —Marcos Antil
Defiéndanos. Aun cuando se ve que no hay herramientas para enseñarnos, usen su creatividad. Recuerden que somos el futuro, y si quieren ver un mejor futuro para nosotros, instrúyanos desde nuestra niñez y verán a cada estudiante convertido en ciudadano de bien. Somos, en gran parte, el resultado de su esfuerzo o de su descuido. Queridos maestros, piensen en que ser un educador es un privilegio.
En mi vida ha sido absolutamente importante y fundamental la base de valores que mis padres inculcaron en mí, pero también ha sido fundamental la huella de varios docentes.
Mientras vivía en Guatemala tuve maestros excepcionales, como el gran matemático Victoriano, paciente, accesible, simpático; aunque debo confesar que muchas de sus bromas de matemática no las comprendí, pero de todas maneras me reía. Su pasión por enseñar nos contagiaba y hacía que la clase de Mate fuese divertida y la preferida. Recuerdo la disciplina pacífica de profesores de la escuela urbana mixta, al igual que cuando cursé sexto grado en la escuela privada parroquial de mi pueblo. ¿Cómo olvidar el constante apoyo de sor María en mi clase de Idioma Español?
Cuando me formé en EE. UU. no fue la excepción. Las personas que abrieron mis ojos y expandieron mi universo fueron los maestros, aquellos que nunca se dieron por vencidos por verme ir a la universidad.
Mis maestros fueron los que nunca se rindieron aun cuando de adolescente todo lo que un maestro me decía me aburría; era la época en que yo creía saberlo todo. Me supieron entender, me apoyaron y me guiaron.
En mi familia, la guía para ir a la universidad no existía. No porque mis padres sean malas personas, simplemente porque hasta entonces nadie en mi familia había ido a la universidad y no sabíamos lo que representaba.
Maestros, por eso es importante que entiendan que su rol en nuestras vidas es crítico. El equipo fundamental para el progreso de nuestro país es incompleto sin los docentes. Sin ustedes, maestros, nuestro futuro es totalmente incierto.