Prensa Libre

Más allá del simulacro democrático está la ciudadanía que puede elegir con mente crítica.

Conversando con guatemaltecos de diversas regiones, observando el panorama electoral tan lleno de lo mismo de siempre y conociendo los retos para el desarrollo integral y la modernización del país, encuentro un contraste de desolación y esperanza, de pesimismo y valentía, de decepción y nuevos ánimos para transformar al país. 

Siempre he dicho que en Guatemala hay muchísimas oportunidades precisamente porque hay tantas necesidades. Pero tantos politiqueros se aprovechan de estas necesidades para beneficiarse, para confundir y ofrecer cosas que no han hecho, ni harán, ni pueden hacer porque tienen grandes deudas de campaña e incluso jefes a cuyos intereses deben responder. Pero los guatemaltecos hemos pasado tantas veces por esto que ya podemos identificar esos discursos engañosos. Y por eso debemos ir contracorriente y contra estas aspiraciones malignas que los mismos de siempre nos prometen. 

Ante estas adversidades, es claro que la verdadera esperanza del porvenir está en el ciudadano, en la ciudadana. Pero también en el niño lustrador del parque, en el mensajero que hace entregas -un trabajo que hasta hace poco no existía con tanta abundancia-, en el estudiante que prosigue su esfuerzo por aprender, aunque su Universidad esté cerrada, esté lejos o se le complique el tiempo al trabajar y estudiar. 

Los malos administradores han hecho tanto daño y los sueños de la gente les importan muy poco. Pero seguimos adelante. Son un lastre, pero no permitamos que nos hundan ni que nos roben el ánimo. Los emprendedores seguimos madrugando, trazando planes, implementando mejoras, haciendo pedidos de mercadería o de materias primas, evaluando la contratación de personal: nuestra esperanza no se puede morir.

Los guatemaltecos no nos damos por vencidos. Pero debemos aprender de las lecciones duras de la historia. Ejerzamos el voto cruzado, no le demos un cheque en blanco a nadie, pero eso sí: fijémonos bien quiénes han dado malos o pésimos resultados, quienes han traicionado al país y que se queden fuera. Porque estos personajes nos asechan, están hambrientos de poder. De hecho, ya han seleccionado “ganadores” y el simulacro de democracia no podrá hacer mucho por ahora.

La gran mayoría ciudadana, sumida en la pobreza y extrema pobreza seguirá viviendo la angustia si no hacemos un voto crítico. Incluso para quienes no están en pobreza, estas simulaciones con interferencia tendrán consecuencias catastróficas, ya que puede aumentar la cantidad de personas bajo el umbral de pobreza y desnutrición. Si se fijan, nadie está hablando de combate a la desnutrición, ni de transformar verdaderamente la educación. 

Los gobiernos presumen de macroeconomía, pero no es porque realmente mejore aquí dentro: sino porque nuestro talento, nuestra juventud se sigue marchando al Norte ante la falta de herramientas para aprovechar esas oportunidades—que a duras penas llegan. Somos un país exportador de personas, pero este modelo no puede seguir indefinidamente. La migración envía dólares por ahora, muy loable y poderoso, pero en el tiempo es insostenible porque ya hay pueblos y comunidades de provincia en donde solo van quedando adultos mayores.

No podemos seguir perdiendo así nuestra juventud, que son los emprendedores, los profesionales, los servidores públicos del futuro. Solo la ciudadanía unida, con mente crítica y voto sereno puede repartir mejor el poder y la responsabilidad de un mejor futuro. Votemos distinto, con libertad mental y la vista puesta en lo que anhelamos, no en la propaganda ni en el mercadeo político.

¡Ánimo Guatemala que de esta también saldremos!