A ciertas autoridades a cargo de obra pública les hace falta amor a Guatemala
La tragedia que vive Villa Nueva, con la desaparición de dos personas, madre e hija, tras caer el vehículo en el que viajaban en un socavón causado por el colapso de un drenaje, a poca distancia de donde hace tres meses ocurrió un hundimiento similar, expone las consecuencias del descuido de la infraestructura pública, por falta de monitoreo, revisión y mantenimiento.
No es solo responsabilidad del actual concejo edil sino de alcaldes anteriores. Las autoridades presentes quizá pudieron haber revisado mejor la red de tuberías y colectores, pues el nuevo hundimiento ocurrió cerca de donde sucedió el primero, que fue rellenado pero sin verificar bien el resto del sistema.
Guatemala es uno de los países más vulnerables a fenómenos climáticos, acrecentados en los últimos 20 años. Tormentas, huracanes y temporales lluviosos se han sucedido y dejan cauda de pérdidas humanas y materiales. En cada emergencia se declaran estados de calamidad o se ejecutan trabajos de reparación, pero cabe preguntar ¿qué ha cambiado a fondo? ¿Cómo previene el Gobierno o las municipalidades que no vuelvan a ocurrir desastres mortales?
La población padece por las irresponsabilidades de quienes no hacen bien su trabajo.
Pese a su importancia, las redes de drenaje suelen ser obras poco priorizadas o mal planificadas por muchas alcaldías. Como es una obra que “no se ve”, no les interesa. Este descuido conduce a socavamientos, fugas de desagües, problemas sanitarios y tragedias como la presente. A menudo se oye a alcaldes inaugurar sistemas de agua potable, pero no tuberías para aguas servidas o pluviales, y menos aún, para plantas de tratamiento a fin de no verterla sucia en ríos o lagos. Son pocos los que lo hacen.
El estado de las carreteras es otro ejemplo de esta visión miope, centrada en hacer negocios, en sacar ganancias o simplemente en hacerse propaganda, sin importar la calidad. He recorrido carreteras del país atendiendo invitaciones para hablar de innovación y emprendimiento: nuestra gente tiene atractivos conceptos de negocio, hay guatemaltecos productivos, inteligentes y visionarios. Pero enfrentan en su camino un desafío que fácilmente debiese resolverse con buenos administrados de los recursos del Estado: Las carreteras hacia su municipio o a sitios turísticos están dañadas o destruidas. Los caminos con grandes agujeros, lodazales y laderas peligrosas dificultan sacar sus productos agrícolas o artesanales o transportar visitantes: Ello significa pérdida de tiempo o en reparación de vehículos.
A veces los mismos vecinos terminan arreglando el camino a sus comunidades, lo cual es loable, pero entonces ¿para qué están las autoridades? En otros casos, los proyectos pasan abandonados mucho tiempo y cuando llega el tiempo electoral los aceleran para publicitarse. Los inauguran a la carrera, con mala calidad técnica.
Quienes pagan por esta mediocridad son los ciudadanos que están en riesgo incluso de perder la vida Basta ver cómo se sigue cayendo a pedazos el millonario Libramiento de Chimaltenango. Por milagro no iba transitando ningún vehículo cuando se derrumbó otro tramo el sábado pasado.
Nuestra Guatemala paga por las irresponsabilidades de algunos malos administradores. Por eso los ciudadanos debemos exigir calidad, honradez y transparencia en la obra pública. Debemos demandar la deducción de responsabilidades civiles o penales de todos aquellos que dirigieron proyectos fraudulentos. Ninguna autoridad edil o estatal puede decir que no sabía que existe riesgo o vulnerabilidad en su territorio en el tiempo de lluvias. Lo que corresponde es trabajar con calidad y probidad, pero sobre todo con amor a Guatemala y a los guatemaltecos.