Lograr un progreso equitativo y acabar con la migración forzada—debe ser nuestra meta.
Hace unos días el sacerdote Mauro Verzeletti, quien ha dirigido la Casa del Migrante durante 23 años, anunció que terminará su misión en Guatemala y retornará a su natal Brasil. Es una noticia que nos parte en dos. Por un lado, después de una labor de amor bien hecho es más que merecido que el presbítero vuelva a su país y esté cerca de los suyos. Pero por otro lado, sin duda, perdemos a una de las figuras más importantes en la lucha por los derechos de los migrantes.
Las personas con don de servicio dejan huellas en su caminar, tocan vidas a base de amor y sus enseñanzas valen la pena replicar. Son seres que velan por los más desposeídos y están en los momentos más desesperantes en la vida de aquellos que forzadamente se ven en la necesidad de migrar—guiados por la esperanza de realizar sus sueños en otros lugares.
Verzeletti es un claro ejemplo de fe, caridad y don de servicio generoso en favor de los desposeídos.
Y es por eso por lo que la obra y lucha del padre Verzeletti debe continuar. Como él dijo en su misa, la semana pasada: “No tengamos miedo porque el miedo nos acobarda, nos aleja de la verdad, nos hace indiferentes. El miedo nos quita la libertad. No tengamos miedo, seamos profetas de la esperanza, del amor, de la alegría; seamos profetas del evangelio de la vida y de la esperanza”. Celebró su última misa en memoria de nuestras hermanas y hermanos migrantes fallecidos en el accidente en Chiapas, México, que cobró la vida de 56 migrantes, en su mayoría guatemaltecos. Durante la eucaristía reconoció que por luchar en favor de los desplazados enfrentó muchas amenazas que, aunque fueron dolorosas y sufridas, los asumió con amor a su vocación por ayudar al prójimo que se ve obligado a abandonar su patria y familia en busca de un mejor futuro.
Fue muy acertado que en 2018 Prensa Libre reconociera al padre Mauro Verzeletti y a su colega y paisano Ademar Barilli, como Personajes del Año. Estoy seguro de que con su trabajo no buscaban ningún reconocimiento. Pero no está demás un homenaje, en medio de apuros, es como recibir abrazos fuertes que alientan a seguir adelante. Cabe recordar que en el 2018 el éxodo centroamericano mostró su rostro más doloroso, con las migraciones en caravana, principalmente de hermanos hondureños. En ese entonces, la Casa del Migrante coordinó la alimentación, atención médica y alojamiento a más de 14 mil personas en 10 días.
Como migrante, conozco el dolor, el sufrimiento y el riesgo que implica el éxodo. ¡Lo viví! Sé de la tristeza del destierro, del estar lejos de tu familia y amigos en tierra extraña. Por eso, reconozco lo importante y significativo de contar con manos generosas que se tienden cuando más se necesitan, como lo ha hecho el padre Verzeletti con los miles de migrantes.
El amor—es verdaderamente poderoso y lo puede resolver todo.
Padre Mauro Verzeletti, estoy profundamente agradecido por su humanidad y valentía. No hay manera de compensar su lucha y entrega a favor de los migrantes durante estos 23 años en Guatemala. Gracias por demostrarnos el verdadero don de servicio. Gracias por ejemplificar a Jesús, de extender siempre tu mano al más necesitado, de velar por la humanidad y de enfrentar los desafíos con amor. El amor—es verdaderamente poderoso y lo puede resolver todo.
En Guatemala tenemos mucho camino por recorrer. Habrá progreso equitativo y acabará la migración forzada, cuando el gobierno cumpla su deber de servir a la población y ponerla en el centro de sus acciones. Solo así habrá honor de celebrar una economía creciente. Hoy por hoy, el Estado debe tener la humildad de aceptar que no es sostenible una economía cuya columna vertebral sea el éxodo forzado, a costa de sangre, lágrimas y muerte.
El padre Verzeletti en esta navidad—días de fe y alegría, nos da un verdadero ejemplo de lo que es servicio. Nunca es tarde para comenzar a servir.