Evitemos que pasen otros 200 años para alcanzar nuestra independencia.
Lograr la independencia real de nuestra Guatemala es una responsabilidad de cada uno de nosotros—hombre, mujer, adulto y joven guatemalteco. 200 años después de que los conquistadores dejaron de tributarle a la corona española, estamos ante la coyuntura perfecta para avanzar hacia una verdadera independencia—donde la ciudadanía es el centro de cualquier gobierno y exista un progreso equitativo.
Una verdadera independencia es el mejor legado que le podemos dejar a nuestras hijas, hijos, nietas y nietos, esas esperanzadoras nuevas generaciones. Todos los días estamos llamados a protagonizar nuestro destino y luchar para independizarnos de la corrupción e impunidad que vive en el corazón del aparato estatal. Debemos buscar liberarnos de la espiral de violencia e inseguridad que nos azota. Debemos lograr que nuestros niños menores de cinco años ya no mueran por desnutrición crónica (actualmente 50%). Estamos llamados a romper la cadena de la pobreza que tiene atado a la mitad de nuestros conciudadanos.
De cada uno de nosotros depende la lucha para que la educación de calidad y gratuita llegue hasta el último rincón de nuestra Guatemala.
Por eso es vital cuestionar y exigir transparencia en cada acto estatal. Debemos innovar nuestras narrativas y formas de pensar. Ahora que en las esferas del gobierno e instituciones oficiales ya se promueve este año la celebración del bicentenario de la independencia de Guatemala que evoca aquel lejano 15 de septiembre de 1821—se vale preguntarnos si somos parte de esa independencia. Cuestionemos si los que se libraron de seguir tributando a España—nos representan, y si no, evitemos que pasen otros 200 años para alcanzar nuestra verdadera independencia.
Más allá de la publicidad que apela a sentimientos nacionalistas y dicta sentir orgullo por los llamados próceres, nuestro enfoque con motivo de los dos siglos de aquel acontecimiento que marcó la historia, debe ser la aspiración de libertad frente a los yugos que actualmente nos esclavizan y frenan nuestra emancipación como sociedad moderna, desarrollada y equitativa.
Y es que la verdadera independencia se logra cuando el ejercicio del poder—se basen en las necesidades y la voluntad de la ciudadanía. Esto va mucho más allá de los procesos electorales, ya que hoy por hoy, siguen permitiendo que el poder se concentre en pocas manos y siempre termine en favor de intereses sectoriales. Debemos exigir a que nuestras voces sean escuchadas, que nuestra diversidad sea respetada y tolerada; que nuestra participación y representación sea equitativa, y que la cosmovisión y formas de vida de cada pueblo que cohabita en este territorio sean tomadas en cuenta.
La verdadera independencia se logra cuando el ejercicio del poder—se basen en las necesidades y la voluntad de la ciudadanía.
Compatriotas, lograr una verdadera independencia quizás sea una senda cuesta arriba, sin embargo, la perseverancia que mostramos a diario al salir a trabajar para traer el pan a la mesa familiar es prueba de que lo podemos lograr. No podemos desanimarnos y mucho menos quedarnos de brazos cruzados y esperar que la solución venga de afuera. Por eso, invito a cada alma guatemalteca a seguir levantándonos para hacer bien las cosas, buscar puntos que nos unan y hacer que cada 15 de septiembre sea una fecha que nos represente y signifique la anhelada paz, libertad, equidad y justicia que nos harán independientes.
Liberémonos del miedo de exigir transparencia a nuestros gobernantes y seamos conscientes que, si hoy callamos ante la injusticia, la corrupción e impunidad—estamos condenando a nuestras hijas, hijos, nietos y nietas—nuestros descendientes a una vida de esclavitud disfrazada de libertad.