Debemos apostar por la educación para superar las desigualdades que frenan el desarrollo.
Comienzo este texto, aplaudiendo a las personas, a las organizaciones, a las entidades privadas y a los maestros—a quienes además va mi reconocimiento, que luchan cada día por darle una mejor educación a nuestros niños, ya está demostrado que ésta, es clave para nuestro progreso y para romper la desigualdad que existe en nuestro país. Aun cuando tenemos mucho trabajo por hacer.
Hace una semana, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (PNUD), presentó su Informe Mundial sobre Desarrollo Humano 2016. Los resultados para Guatemala pueden ser predecibles para muchos, sin embargo, no deja de ser un llamado de atención respecto a la situación del país, pero, sobre todo, de nuestro fracaso de no poder lograr la reducción de la pobreza actual.
El mismo PNUD advirtió en junio de 2016, cuando presentó el Informe Nacional sobre Desarrollo Humano que, -a diferencia del resto de países latinoamericanos-, Guatemala fue el único país en el que aumentó la pobreza durante la década de 2000 al 2011.
«Salir de la pobreza es posible trabajando en equipo y adueñándonos de nuestras acciones». – Marcos Antil
Sin embargo, algo que destaca, y a la vez nos puede dar luces para orientarnos como país en la senda del cambio, es el eje del informe presentado esta semana. Y es que, según el estudio, la exclusión y desigualdad social, principalmente de los niños, las mujeres y los indígenas constituyen el obstáculo para el desarrollo de Guatemala.
Más allá de las cifras sobre los indicadores de desarrollo humano, pobreza y exclusión que, seguramente todos ya conocemos, lo más importante de todo es nuestra capacidad de reorientar desde los esfuerzos individuales, pasando por los privados hasta las políticas públicas para revertir esta realidad. Salir de la pobreza es posible—trabajando en equipo, donde además unir esfuerzos, cada uno nos adueñemos de nuestras acciones y, por consiguiente, de nuestro futuro y la de nuestra familia.
Está claro que el camino está determinado por lograr erradicar la exclusión de importantes grupos de la sociedad y empeñarnos en hacer de Guatemala un país más equitativo, con justicia y de oportunidades de educación por igual. Digo esto, a propósito de que el país a pesar de que registra un índice de desarrollo humano considerado “medio”, sigue estando marcado por la alta desigualdad, que evita que el progreso llegue a todos.
Traigo a colación esta reflexión, a propósito de la coyuntura actual del país, donde podemos ver claramente que muchos de los fenómenos, -por no decir todos-, encuentran sus raíces en la realidad que reflejan la cifras. No es un secreto que la inseguridad ciudadana y la violencia y demás problemas sociales tiene raíces profundas en la falta de educación y en la exclusión.
Lo veo ahora mismo que tengo la oportunidad de viajar por el mundo, la educación y el acceso a las nuevas tecnologías son el pilar del desarrollo de los países. También, se evidencia que, a mayor equidad social, los países son más competitivos, estables económicamente; mejor desarrollados científica y tecnológicamente; las esperanzas de vida son más prometedoras y las democracias más fortalecidas.
Como país, debemos aumentar y fortalecer la inversión en desarrollo tecnológico e innovación; promover una educación acorde a las necesidades modernas, porque ahí radica la sostenibilidad del futuro.
Veo esa esperanza en los niños a quienes he visto que ahora además de ir y permanecer en la escuela, tienen acceso a tecnología. Por eso insisto en que nuestros esfuerzos, desde lo privado hasta lo público; lo individual y lo colectivo, deben orientarse a eliminar las brechas sociales para superar el estancamiento el desarrollo.