Prensa Libre

La revolución de internet representa beneficios a la humanidad, pero también desafíos en seguridad.

El manto del internet nos rodea—en lo positivo como también en lo negativo. Es importante reconocer que la red mundial facilita crímenes que son invisibles, al menos hasta que ya es muy tarde. ¿Cuántos de los que tienen acceso a tarjetas financieras han sido víctimas de clonación (robo de dinero)—sin que su tarjeta sea arrebatada por criminales físicamente? —estos crímenes en su mayoría no son resueltos— y no solo a nivel nacional, sino mundial.

«La irrupción de internet en el mundo, su constante evolución y el creciente alcance a más personas plantea a las sociedades, paralelo a su potencial y sus beneficios para la humanidad, nuevos desafíos relacionados con la ciberseguridad». – Marcos Antil

Lo más alarmante, es el reciente caso del hackeo de información que terminó influyendo en los resultados de las elecciones estadounidenses en noviembre de 2016, por parte de Rusia, tal y como lo confirmó la Inteligencia de EE. UU., la cual es solo una muestra de los niveles de alcance del cibercrimen y de los nuevos desafíos que enfrentan los países en materia de seguridad.

Las luchas de poder económico y de control geopolítico son tan antiguas como las civilizaciones mismas. Lo novedoso en nuestra era es que, con internet, no solo se abre un abanico de posibilidades para el hackeo malicioso, sino que permite hacerlo a gran escala y en diversos escenarios, cuyo impacto resulta impredecible.

¿Qué lección nos da casos como el hackeo de las elecciones de EE. UU.? Que hoy, como sociedad, debemos entender que nuestras vidas y las dinámicas sociales están adheridas a lo digital y que la hiperconexión hacia la que el mundo avanza, plantea la necesidad de considerar la red como nuevo espacio de luchas de poder y, por consiguiente, requiere de planes a nivel de políticas para la ciberdefensa.

Internet es quizá el escenario global más cambiante que conocemos hasta ahora. Ese hecho supone grandes bondades para la humanidad y la posibilidad de generar capacidades de respuesta frente a amenazas internas o externas.

A lo mejor parezca, queridos lectores, un tema que aún está lejos de llegar a nosotros. Déjenme decirles que ningún avance tecnológico ha crecido a pasos más agigantados que internet. Ya estamos inmersos en el futuro digital y la ola nos cubrirá más rápido de lo que imaginamos.

En nuestro país, el internet comienza a penetrar el sistema educativo, está en las salas de nuestras casas, en nuestros dispositivos de mesa o de bolsillo. Nuestros hijos, en especial, están en riesgo ante cualquier contenido negativo o peligroso. Nuestra privacidad puede ser violentada y nuestros datos puedan ser mal utilizados si no seguimos ciertos estándares de seguridad—y es tan alarmante saber que muchos usuarios de este medio ni si quieran tienen contraseñas para acceder a sus dispositivos. No tener, o tener contraseñas fáciles, es como dejar su casa sin llaves en una vecindad insegura y violenta.

En Guatemala, hoy por hoy no contamos con una legislación que prevenga el cibercrimen, más allá dos o tres iniciativas de Ley en el Congreso, para regular este tema. No está demás reconocer el nivel de sensibilidad de una normativa de esta naturaleza frente a los derechos sobre libre expresión y emisión del pensamiento, por lo que habrá que seguir un proceso concienzudo para estar en armonía.

Sin embargo, es importante contemplar medidas contra aquellos que intencionalmente usan este medio para cometer crímenes—ya que también pueden fácilmente influir en nuestros procesos democráticos.