Prensa Libre

Nuestra identidad, es la auténtica fuerza que nos ayuda a alcanzar la plenitud.

En esta travesía de 40 y tantos años que Dios me ha concedido de vida, he vencido una serie de adversidades. Desde sobrevivir a una guerra sin sentido, migrar solo, hasta tener que aprender un idioma nuevo para asimilar una cultura ajena. Por eso les puedo afirmar que saber de dónde vengo, quién soy y a dónde voy, es lo que me ha mantenido fuerte y de pie. En pocas palabras, mis raíces han sido y son mi fortaleza.

He vivido en carne propia el intento de varios en querer definir quien quisieran que yo fuera. Pero, desde pequeño me enseñaron que soy la creación perfecta de Dios —todos lo somos— y, por ende, dónde nací y quién soy son verdaderas bendiciones. La auténtica fuerza que nos mantiene firmes en la senda de la vida y nos ayuda a derribar cualquier barrera que impida alcanzar la plenitud, es nuestra identidad.

Podemos hacer lo imposible: posible.

Es por eso por lo que cada vez que visto y veo a niños, jóvenes, mujeres y hombres vestir indumentarias mayas mi corazón palpita de emoción, de orgullo y de alegría, porque sé que, si abrazamos plenamente nuestra identidad, liberamos todo nuestro potencial. Podemos hacer lo imposible: posible.

Compatriotas guatemaltecos, vestir la indumentaria maya no es una expresión folclórica. Más allá de su estética colorida, hermosa y misteriosa, resguarda la esencia de nuestra cultura milenaria y de nuestro ser; nuestra historia, nuestras luchas y la resistencia frente a la extinción de nuestra herencia: es lo que hace única a Guatemala ante el mundo.

El lenguaje de los dioses se encuentra en cada una de nuestras vestimentas. Por ejemplo, la mariposa en el cuello del capixay del hombre Q’anjob’al representa los puntos cardinales—que es el compás del ecosistema maya. En la indumentaria masculina K’iche’, originalmente la energía del sol se representaba por ondas o espirales bordadas, pero evolucionó a pétalos, y hoy es representado por flores rojas. En el traje Kaqchikel de Sololá es común ver el murciélago, ya que como lo recuerda El Memorial de Sololá, fue sotz’ (murciélago) quien trajo el fuego a su pueblo. En Todos Santos, el elemento más representativo de la indumentaria quizá es el sombrero, el cual es usado en el mismo estilo por hombres y mujeres, representando la dualidad y la equidad de hombres y mujeres trabajando juntos, hombro a hombro bajo el sol.

Igualmente, la indumentaria de las mujeres mayas constituye un libro vivo de nuestra historia y de los códigos cosmogónicos. Por ejemplo, en la vestimenta de la mujer de San Mateo Ixtatán destacan las estrellas. Las mujeres Q’eqchi’ de Cobán y las Poqomchi’ de San Cristóbal Verapaz, portan en sus cabezas un listón rojo que evoca la serpiente, símbolo de la fuerza. En el güipil Kaqchikel de Tecpán el bordado de surcos hace alusión a la siembra. En la ropa de las mujeres de San Pedro Sacatepéquez y Chuarrancho se representa a la ceiba, que según el Libro de Chilam Balam de Chumayel es el árbol cósmico situado en el centro del mundo y de los cuatro puntos cardinales. Y así podría continuar describiendo más de nuestra cosmovisión y filosofía de vida, plasmada en nuestras vestimentas.

El lenguaje de los dioses se encuentra en cada una de nuestra indumentaria maya.

Por eso, niños, jóvenes, hermanas y hermanos mayas, abracemos nuestra identidad plenamente y convirtámosla en nuestra fortaleza—es nuestro escudo más poderoso ante los perjuicios de la sociedad. Nuestra identidad es nuestra libertad para alcanzar nuestro potencial. A la vez, abrámonos a las expresiones y riquezas de las otras culturas que conviven en el territorio guatemalteco. Valorar la herencia multicultural de Guatemala nos enlaza con el pasado, pero también nos guía al futuro.