Extender la cobertura y calidad educativa es una esperanza en el nuevo gobierno.
Quiero resaltar la importancia de las escuelas en comunidades distantes. Son una oportunidad de innovación y de cultivar el talento de niños y jóvenes que de otra manera se perderá. Vivir en una aldea remota de la patria no debería ser una condena al abandono y menos un pretexto para la indiferencia burocrática.
Un caso es el Instituto de Diversificado de Cocolá Grande, Santa Eulalia, Huehuetenango, a 17 horas de viaje desde la capital. Yo viví parte de mi infancia allí. Cuando migré hace tres décadas, no había escuela. Al regresar 15 años más tarde, tenían una primaria. Por más de 10 años solicitaron un instituto de secundaria. Por tener solo unas 100 familias no se le daba importancia.
Tomamos una iniciativa. En 2015 nos reunimos con autoridades del Mineduc para discutir los pasos para abrir un instituto en Cocolá Grande. La respuesta fue desalentadora: no había presupuesto y la planificación tomaría por lo menos un año.
Propusimos una alternativa proactiva: financiar nosotros los salarios de los maestros por dos años, con el compromiso del Estado de incorporar a los maestros a nómina dentro de dicho plazo. Así fue como abrió sus puertas el instituto en Cocolá Grande en 2016. Fue un salto cuántico para decenas de jóvenes que llegaron a inscribirse incluso de aldeas vecinas. Había una esperanza.
Vivir en una comunidad remota no debería ser una condena a la exclusión educativa.
Para que siguieran estudiando, en 2018 se abrió el diversificado con un enfoque único en Desarrollo Comunitario, pensado para dotar a los jóvenes de herramientas esenciales para seguir la universidad y ser emprendedores. La incorporación de maestros de nivel básico a planilla nos permitió abrir y mantener el diversificado mientras se lograba el apoyo estatal. También inauguramos otro instituto básico en la aldea Guaisná, en San Mateo Ixtatán, Huehuetenango. A través de Café con Causa generamos algunos recursos para impulsar estas iniciativas cuyo único fin es hacer visibles a niños y jóvenes que para el Estado son invisibles.
Desafortunadamente, en el pasado gobierno avisaron a las familias de Cocolá Grande y alrededores que no había presupuesto para pagar a los maestros del diversificado. Se volvió a cubrir sueldos con fondos privados, a la espera de disponibilidad de recursos. Pero nunca se restableció. En el Congreso nadie le puso atención a esta situación.
La pandemia empeoró la situación. Los maestros asignados por el ministerio a nuestra aldea encontraron trabajo en lugares más próximos. Los maestros del diversificado cubrieron el instituto también, hasta que no pudieron más y el bachillerato se cerró.
Con la elección del presidente Arévalo y la designación de Anabella Giracca como Ministra de Educación, se renovó la esperanza. Ella nos recibió para discutir la situación de estas comunidades, y nos dirigió a una reunión con funcionarios liderados por el viceministro Donaldo Carías. Dijeron estar dispuestos a asignar dos maestros para el instituto en el ciclo escolar 2024, pero debíamos cumplir con “condiciones”, como, por ejemplo: informar sobre las causas de la disminución de estudiantes en Cocolá Grande. ¡Si se fueron los maestros no podía haber estudiantes!
Mantengo la esperanza en este nuevo gobierno y tengo fe en que la nueva gobernadora, Elsa Hernández Méndez de Huehuetenango logrará priorizar las necesidades de desarrollo. Aportar por el talento en regiones remotas también es innovación. Con optimismo, espero que Cocolá Grande pronto vea reabrir su diversificado y los maestros estén en la nómina permanente para que sea núcleo de talentos, crisol de inteligencias y cuna de un nuevo futuro.