El anhelo de un mejor futuro debe inspirarnos a incidir en el destino de nuestro país.
La desesperanza en nuestro país está a la orden del día. Y no es para menos en una Guatemala sufrida, donde la mayoría de la población está viviendo en pobreza y abandonada a su suerte. Si bien el sentimiento generalizado de desesperación tiene razón, ello también nos condena a la inacción. El pesimismo nos hace resignarnos a que la situación empeore —es aceptar perderlo todo—y eso ¡no está OK!
Perder la esperanza es renunciar a toda posibilidad de cambio—cosa que, por nuestra familia, por nuestras hijas e hijos, no es algo que nos podamos permitir.
Debemos pasar de la desesperanza a la acción. ¡Es hora de despertar!
Debemos involucrarnos en la conducción de nuestro país. Hay mejores maneras de hacer las cosas. Debemos despertar el líder que cada uno lleva dentro y asumir el reto. Aprovechemos los liderazgos de nuestras comunidades, recuperemos el valor del servicio y conduzcámonos por el sentido común. Es momento de perder el miedo a participar, a exigir transparencia y ética.
Es cierto que la esperanza en sí misma quizá no nos dé de comer, pero es la fuerza que nos puede impulsar a buscar nuevas formas para lograr una vida digna. Por eso, debería inspirarnos el anhelo de un mejor mañana que nuestros padres, abuelos y ancestros querían para nosotros.
Nuestro presente es fruto de la lucha y de los sueños de las generaciones anteriores. Como padre de familia, sé que la mayoría queremos una mejor vida para nuestras hijas e hijos. Nuestros padres también quisieron lo mismo, y el que no se dieran por vencido y no perdieran la esperanza es lo que nos tiene aquí.
Hasta ahora, han sido los pocos malos hijos de Guatemala los que se han aprovechado de su bondad y la tienen sumida en el abandono. Pero ya es momento de que la gente de bien, luchadora y trabajadora tome las riendas de su propio futuro. No podemos esperar por un sistema perfecto en manos de malas personas. El sistema que debería velar por el bienestar de toda la ciudadanía no lo ha hecho y no lo hará. Para vencer la desesperanza debemos empezar por cambiar nuestras criticas por acciones—unirnos, para inspirar un nuevo liderazgo que crea un nuevo sistema de hacer política. Animémonos a apoyar una nueva era de políticos, modernos, disruptivos e innovadores. Confiemos en líderes que propongan soluciones y generen nuevas oportunidades.
Hemos tenido que luchar a nuestra propia suerte para sobrevivir. ¿Pero se imaginan cuánto podríamos lograr si nos uniéramos detrás de una misma meta—detrás del Sueño Guatemalteco? Estoy convencido de que podríamos lograr ese país añorado—con progreso equitativo y un desarrollo económico sostenible y en beneficio de toda la ciudadanía. Sería una Guatemala nueva con una base sólida de una cultura milenaria. Una Guatemala moderna y pujante, que se alimente de desarrollo humano integral, educación de calidad, innovación y una participación democrática liderada por personas con don de servicio, probas y éticas.
Hasta hoy, nuestro desencanto de la política nos ha hecho dejar la toma de decisión y el manejo de los recursos de nuestro país en las mismas manos—de políticos que descaradamente se roban nuestra salud, educación, infraestructura y la posibilidad de un mejor futuro.
Siempre hay posibilidad de un nuevo comienzo—una nueva esperanza.
En la cosmovisión Maya se concibe el tiempo de manera circular. Significa que siempre hay un nuevo comienzo, que siempre hay nuevos amaneceres. Cada fin de ciclo representa al mismo tiempo el inicio de otro—una nueva esperanza.
La esperanza de una nueva Guatemala no debe morir en nosotros. Unidos detrás de un mismo propósito podemos generar un nuevo liderazgo de políticos que nos ayuden a construir un país diferente y mejor. ¡Hay esperanza!