Hoy es el momento preciso de tu transformación digital en educación.
Cuando tenía 11 años, durante una excursión en la escuela, alguien nos platicó de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac) y nos animó mucho a fin de poder estudiar una carrera allí. Llegar a estudiar ahí estuvo entre mis sueños pero no fue posible al tener que irme del país por la absurda guerra civil que vivíamos en los años 1980. Sin embargo, 31 años después, la Facultad de Humanidades me ha honrado inmensamente al invitarme como conferencista de su II Congreso Nacional de Estudiantes, Ciclo 2018, celebrado el 12 de octubre último.
Haber estado unas horas en ese campus, aprender de sus 342 años de historia y sentir la energía de sus estudiantes —su esencia y razón de ser— me da esperanza de un mejor futuro.
Conocer cada esfuerzo y las múltiples iniciativas que se realizan desde las aulas, los servicios sociales prestados en múltiples comunidades, en diferentes zonas y espacios, me dan evidencia de que el futuro del país transita ahí.
Concuerdo con el decano de la Facultad de Humanidades, M.A. Walter Mazariegos, al decir durante su intervención que a la Usac aún le falta por conectarse al mundo tecnológico para proveer educación y que, ante esa necesidad, los jóvenes ahí presentes tienen la oportunidad de ser los “agentes de cambio”.
Me llena de esperanza ver a las autoridades de la Usac reconocer que uno de los grandes desafíos que afronta la Universidad para satisfacer las necesidades actuales de la gente y del mercado es su transformación digital.
Las generaciones de estudiantes de hoy son nativamente digitales. Es lógico concluir que la universidad debe proveerles las herramientas adecuadas para responder a esa realidad. A nivel global, ya no estamos en la fase de irrupción de la tecnología en el sistema educativo, sino en el proceso de masificación, pues esta está presente en la educación desde los años 70.
El Estado debe facilitar los recursos necesarios para efectuar esta mejora consistente que va de la mano con la tradicional sensibilidad social de este colectivo universitario que encuentra aquí la oportunidad de cursar una profesión sin distingos de nivel económico, etnia u origen.
La universidad más grande e importante del país —por su masiva accesibilidad— no puede quedarse al margen del progreso, ni tampoco se le puede señalar de que es “demasiado cara” para descalificar la protesta estudiantil basada precisamente en el sentido crítico, no utilitarista ni dogmático, que debe tener un profesional.
Como lo dijo el rector, Ing. Murphy Paiz, en su discurso de apertura, es momento de “trabajar en equipo”. Por eso, de la mano de las otras universidades, instituciones nacionales o internacionales, de gobierno o no, se debe incorporar la infraestructura, las metodologías y la cultura digital para garantizar que los estudiantes salgan preparados para la economía y la sociedad del futuro.
Durante la guerra, cientos de profesores y alumnos fueron matados —se asesinó a una generación de inteligencias bajo supuestos ideológicos e intolerancia. Ha sido muy difícil reponerse de tal agresión, pero hoy, hay numerosos docentes y estudiantes comprometidos con la excelencia y con una mejor Guatemala.
Fue conmovedor sentirme rodeado por el entusiasmo de cientos de jóvenes que asistieron a este Congreso. Me contagiaron con su energía y voluntad, me enseñaron que aquí en la universidad estatal de Guatemala hay inteligencia para sacar adelante a la Nación, hay talento para entrar con fuerza en un mundo laboral competitivo, pero sobre todo hay una mística sólida para defender esos tricentenarios ideales que siguen inspirando a diario desde las aulas.