La solución a problemáticas, resultados de la alteración del clima, está en nuestras manos.
Desde hace dos décadas, en Guatemala se han experimentado con más frecuencia fenómenos naturales inusuales, como granizadas, nevadas y heladas y el más reciente se registró el 30 de enero último, cuando los efectos del viento polar que azota Estados Unidos alcanzaron al país. Ese día varios poblados de Sololá, Quiché, Quetzaltenango, Totonicapán, San Marcos y Huehuetenango amanecieron cubiertos de escarcha.
Es probable que hayamos escuchado el término calentamiento global y quizás lo tomemos como algo lejano a nosotros. Pero se trata de la alteración del clima en todo el planeta por efecto de la acción humana, cuyas consecuencias estamos comenzando a padecer, pero que será una trágica herencia para nuestros hijos.
Estudios científicos dan cuenta de que en el país, en las últimas décadas, uno de los primeros efectos es el aumento de la variación del clima, lo cual impacta en la agricultura, la principal fuente de trabajo en Guatemala. También está el agravamiento de la escasez de agua que ya afecta a Huehuetenango, Quiché y Alta Verapaz, una realidad que será el pan diario de nuestros hijos y nietos.
Actuar para salvar a la Madre Tierra es tarea de todos. Por eso debemos apoyar y sumarnos a los esfuerzos por cambiar hábitos que dañan el medio ambiente —romper el ciclo de prácticas que quizás hayamos heredado de nuestros padres— como la quema de llantas o de bolsas, eliminar basureros clandestinos y dejar de usar desmedidamente el plástico.
Desde nuestras comunidades podemos seguir el ejemplo de al menos siete municipalidades que han prohibido el uso de materiales plásticos, principalmente bolsas, pajillas y duropor, esfuerzo que también ha sido adoptado por algunas cadenas de supermercados y universidades que han optado por el uso de materiales biodegradables o materiales que permitan su reutilización o incluso recuperar prácticas ancestrales como las prácticas agrícolas resilientes, conservación de bosques —como lo hace los 48 Cantones de Totonicapán—, la espiritualidad que marca una relación armoniosa entre personas y su entorno. Resultado del pensamiento que defender a la Madre Tierra no solo se trata de hacerlo de industrias extractivas, sino que de implementar prácticas cotidianas sostenibles para cada persona y comunidad.
Estoy consciente de que dejar de usar plásticos y similares no es suficiente solución al problema, pero al estar conscientes de ello podemos complementarlas con otras acciones. Por ejemplo, podría ser que cada aldea tenga plantas de reciclaje y aprovechamiento de los desechos orgánicos. En comunidades, los liderazgos locales son claves para lograr impactar en el balance de llevar desarrollo, pero al mismo tiempo lograr que el desarrollo urbanístico no signifique contaminación y daño al ambiente.
En la medida que avancen las iniciativas para evitar la contaminación por desechos sólidos, Guatemala también necesita apoyar la investigación e innovación científica para el desarrollo de materiales alternativos como los bioplásticos, las celulosas o bacterias que degraden los residuos, por mencionar algunos ejemplos.
Pero para que esto sea un plan de nación y a largo plazo, es elemental que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Concyt) sea fortalecido mediante una verdadera inversión de recursos y a través de una ágil interacción con los sectores educativo, empresarial y ecológico.
Este año, como ciudadanos tendremos la oportunidad de tomar conciencia y elegir a nuestros líderes. Prácticamente nadie toca el tema ambiental durante la campaña, porque se considera que no atrae votos. Sin embargo, la Tierra es nuestra madre, y si no votamos pensando en ella, ella terminará por botarnos a nosotros.