Prensa Libre

Los niños son nuestra luz y deberían ser la razón de cualquier diálogo y consenso.

“Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones”. Quizá suene un poco extremo pero me acordé de esta frase del libro El Principito, escrito e ilustrado por el aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, con motivo de mis siguientes reflexiones.

Hoy en día, estamos sumidos en un momento crítico y determinante para nuestra Guatemala, que a veces parece un laberinto sin salida. El país está en un punto de quiebre que marcará decisivamente el futuro: o avanzamos hacia un mañana de progreso, justicia y equidad o nos quedamos estancados en la corrupción, la impunidad y el subdesarrollo.

Nuestra esperanza está en las niñas y los niños. Ellos deben ser el corazón de toda discusión y de lo que emprendamos. Los más jóvenes deberían ser nuestra inspiración, nuestra luz y la razón del diálogo, del consenso y de toda decisión.

Mientras nos debatimos entre uno y otro camino a tomar, queda claro que pocas veces o casi nunca hemos puesto como norte de ese horizonte que vislumbramos a quienes verdaderamente les incumbe lo que hoy decidimos nosotros los adultos, las personas mayores, como los nombra El Principito. Me refiero a los niños.

Es que mientras los mayores nos enredamos entre las posibles soluciones para la crisis política e institucional, todo apunta que las salidas una vez más están pensadas desde la adultez, cuando nuestra brújula debería ser la niñez, ese futuro que solo se forja en el presente. Porque al final, ¿para quiénes es el país que deseamos hoy? Precisamente para los niños de hoy y los que están por venir.

Nuestra esperanza está en las niñas y los niños. Ellos deben ser el corazón de toda discusión y de lo que emprendamos. Los más jóvenes deberían ser nuestra inspiración, nuestra luz y la razón del diálogo, del consenso y de toda decisión.

Cualquier proceso de transformación, cualquier dialogo que iniciemos debe estar pensado para los niños e incluso desde los niños. Creo que habrá un mejor futuro si los cambios, aunque lo hagamos los adultos esté pensado desde la niñez. Las niñas y los niños deben ser nuestra luz porque escencialmente los niños son luz; ellos son la claridad y la lumbre en la oscuridad. Porque sencillamente el mañana es de ellos y para ellos.

Las ideologías y los intereses particulares o sectarios son los que menos deben pesar hoy. Quizas sea cansado leer lo que escribo, pero sigo pensando que no deben ser esos otros factores los que determinen nuestro camino, porque lo más importante son los niños. Los protagonistas deben ser los niños y los jóvenes.

Basta con pensar cómo es el corazón de los niños, libre de intereses mezquinos, de odio o resentimiento. Los niños son puros en sí mismos y eso debería ser nuestra guía para actuar.

Quizá hoy estemos sumidos en esta crisis porque los adultos de ayer no pensaron en la niñez de su tiempo. Pero eso no significa que tengamos que repetir los mismos errores. No podemos mantener el círculo vicioso y perpetrar esquemas obsoletos.

Es preciso detenernos y dejar nuestras diferencias, nuestras ideologías y curar las heridas para sanar. Solo eso nos permitirá tener mayor claridad en nuestro actuar y en la búsqueda de salidas para una mejor Guatemala, para un mejor país y un mejor mañana para nuestra niñez.

«Quizá hoy estemos sumidos en esta crisis porque los adultos de ayer no pensaron en la niñez de su tiempo. Pero eso no significa que tengamos que repetir los mismos errores. No podemos mantener el círculo vicioso y perpetrar esquemas obsoletos». – Marcos Antil

Ya no se trata de nosotros los adultos. Es suficiente ver cómo el sistema actual ha robado la niñez de miles de niños que se ven obligados a trabajar, a dejar la escuela, a vivir como adultos.

Justo, cuando se acaba de celebrar este 1 de octubre el Día del Niño, nuestro mejor regalo a la niñez debería ser la esperanza de forjales un mejor futuro. El compromiso de construir una Guatemala pensada para ellos, para que cuando ellos sean adultos también actúen pensando en sus niños.

Como dice El Principito: “Todas las personas grandes han sido niño antes”, (aunque a veces no lo recordemos).