El pasado es buena base de aprendizaje para optimizar una sobrevivencia en armonía y paz.
En una semana aprendí más sobre la civilización maya que en varios años. Hace unos días tuve el gran privilegio de platicar con el arqueólogo Richard Hansen, durante una de sus conferencias en la ciudad de Miami, Florida, quien por décadas ha estudiado esta gran cultura. Lo que supe me dejó atónito.
¿Cómo es que la civilización más avanzada en su tiempo, con la metrópoli más grande del hemisferio oeste —mucho más grande que la ciudad moderna de Los Ángeles, California—, tuvo un fin abrupto?
Dibujo reconstruyendo la vista de la plataforma El tigre de la Gran Acrópolis en El Mirador, en Petén. Este dibujo no solo da una impresión del tamaño de la ciudad, sino también de lo colorido que estaba. Casi todos los edificios estaban cubiertos de estuco y pintado de rojo, y así lograr mínimo mantenimiento.
La cultura que inventó el cero matemático, que tuvo el primer gobierno establecido en el continente, que logró observaciones astronómicas tan precisas, pudo haber colapsado debido a la deforestación extrema provocada por el procesamiento a gran escala de piedra caliza, necesaria para la construcción de sus inmensas ciudades.
La intensificación de esta práctica derivó en un proceso de deforestación que, entre otros factores, provocó la esterilización del suelo y la insostenibilidad de la vida —según los más recientes hallazgos del Dr. Hansen—.
Aprender del pasado, lleva a reflexionar sobre nuestro presente. Y precisamente conversando con amigos aquí en Guatemala, hablamos de temas relacionados a nuestra naturaleza humana, la relación con el ambiente y la forma de ver la vida.
Por un lado, está la idea que afirma la supremacía del ser humano entre las cosas y por otro, el pensamiento que ve a la persona como parte de un complejo sistema. La segunda visión es parte de nuestra cosmovisión como pueblos originarios y difiere mucho en la manera en que algunos de las generaciones modernas concebimos las cosas.
Lo rojo en este mapa indica la deforestación por medio de fuego, iniciado por humanos intencionalmente, que se ha dado alrededor de El Mirado, nada más entre los años 2002 a 2015.
«Quienes traemos desde nuestras raíces una relación estrecha con nuestra ‘madre tierra’, pensamos que debemos respetarla y cuidarla. Pero están aquellos que solo la ven como un bien explotable, buscando el máximo beneficio económico sin ninguna consideración». – Marcos Antil
Esta semana de aprendizaje me concientizan y confirma la necesidad de visibilizar que existen diferentes maneras de ver la vida, la naturaleza y el universo. Y es que la diversidad de visiones entre grupos sociales puede derivar en conflictos cuando no existen relaciones interculturales, cuando pesan más las barreras de comunicación, los prejuicios y la inequidad. Entender las otras formas de pensar puede igualmente transformarnos.
Considero que la solución a este problema debe enfocarse en propuestas concretas encaminadas a lograr un equilibrio y armonía entre la preservación del pensamiento ancestral y la visión de aprovechamiento racional de los recursos.
Debe reconocerse la creciente necesidad del respeto a la relación desarrollo humano-sostenibilidad ambiental, como la única forma de preservar nuestro planeta y para lograr sociedades en armonía, en paz, con justicia y progreso.
Si nos quedamos peleando nuestras ideologías, la madre tierra, paulatinamente morirá en medio de la discusión y correríamos el mismo destino de la majestuosa metrópoli de El Mirador, hoy aún debajo de la selva petenera que alguna vez la vio florecer.
El resultado que deja la deforestación por medio de fuego. Esto está cada día más cerca del Mirador.
Fotografías proveídas por el Dr. Richard Hansen, presidente de la fundación FARES “(Fundation for Anthropolical Research & Environmental Studies), quien ha dedicado décadas de su vida, salvando este patrimonio nacional. http://www.fares-foundation.org/, http://miradorbasin.com/