En el panorama político hay caras que están allí desde hace 8, 12 y hasta 30 años sin hacer nada por el país.
Desde que volví a Guatemala en el 2008, tras 18 años de haber tenido que irme forzadamente, he estado invirtiendo y creando oportunidades e impulsando la educación gratuita. Sueño con devolver algo a este país que me ha dado tanto, donde tengo mis raíces, y poder evitar que más jóvenes pasen por la penuria migrante que mi familia y yo pasamos. Desde entonces he visto pasar gobierno tras gobierno, siempre con los mismos discursos y ofertas. Ya en el poder se les olvida todo y ponen en último lugar a los ciudadanos. Mientras tanto, el país está más pobre, más endeudado y cada vez con más atraso en salud, carreteras, empleo, tecnología, innovación.
El próximo año elegiremos nuevas autoridades, pero al analizar las opciones partidarias, me encuentro con las mismas caras viejas de hace cuatro, ocho, doce y hasta personajes de hace 32 años. El actual presidente pasó compitiendo desde 2008 y llegó en su cuarto intento. Se suponía que tenía un plan, que tenía gente capacitada, que sabría cómo cumplir los ofrecimientos. Prometió cero baches en nuestras carreteras, hospitales, un tren, combatir la desnutrición. Y nada.
“Regalan” bolsas, láminas, platos de comida, pero después se cobran con los recursos del pueblo. Son fabricantes de pobreza.
Pero viéndolo analíticamente, el gran problema es que el sistema político está diseñado para que los mismos se repitan, para que solo ciertos sectores tengan acceso a una candidatura. Los partidos no tienen las herramientas para procesos democráticos, nombran candidatos que más dinero aporte (sin importar de donde venga) o que estén dispuestos a continuar el sistema que se alimenta del robo de nuestros recursos.
El sistema político debe ser corregido porque privilegia a las mismas caras gastadas e impone barreras a ciudadanos honrados que quizá quieren participar con honradez y proponer soluciones. Es un sistema tan perverso que la campaña para discutir sobreplanes o visiones de país se limita a tan solo 3 meses. Al ver posibles caras distintas que puedan ganar espacios se les empieza a impedir la participación con prohibiciones legalistas. Pienso que el análisis y las críticas al Ejecutivo y al Congreso se deberían hacer todos los días para que se pueda mejorar. Pero hoy, hasta los buenos análisis y ejercicio de derecho ciudadano es catalogado como “campaña anticipada”. Pero solo para unos. Para otros, no hay límites.
Parece difícil salir del juego perverso de las mismas caras que ya fracasaron, que la ciudadanía rechazó, que ya tuvieron cargos públicos y no dieron resultados. Pero el ciudadano puede marcar la diferencia: empezar a observar de forma muy crítica el sistema electoral, para ya no elegir a la vieja política, los que solo les interesa seguir viviendo a costa de los ciudadanos que pagamos impuestos, que generamos trabajos, que traemos inversión al país.
El sistema partidario debe cambiar para que sirva a la gente, no para servirse de la gente. Debe poner al centro de sus acciones el mejor interés de las personas. Ser interlocutores, escuchar y defender los intereses de las personas y no ser los clubes de los mismos de siempre, esos que tienen las mismas mañas de hace 30 años, que tienen a Guatemala sumida en la pobreza, con el 50% de niños en desnutrición crónica, los hospitales destartalados y las carreteras hechas pedazos. Los politiqueros “regalan” bolsas, láminas, platos de comida, pero después lo cobran de nuestros recursos. Solo saben crear pobreza.
Responsabilicémonos de nuestro destino. Hoy, Guatemala necesita un gobierno de transición. No es posible resolver tantas décadas de abandono en 4 años, pero se pueden cimentar nuevas bases con una ciudadanía activa y una política de servicio. Todo lo demás son “casacas” inservibles. Informémonos, googleemos a cada personaje y veamos qué ha hecho, cómo es su vida personal, qué cuentas pendientes tiene, solo así podremos dejar de ser el país más pobre de América.