Prensa Libre

Perdamos el miedo para avanzar hacia el sueño de un país próspero y equitativo.

En nuestro entorno, existen personas excepcionales que nos inspiran y nos dan lecciones de vida todos los días. Tal es el caso de Xwa´n (Juana en Kaqchikel), una mujer de 61 años quien vive en las afueras de la ciudad capital y quien durante 22 años ha trabajado en un hospital preparando dietas especiales para pacientes con cáncer. Cuando hace más de un año se anunció el confinamiento social por la pandemia del coronavirus, doña Juana González, pensó en su retiro voluntario ante el temor a contraer el virus y poner riesgo su vida, la de sus hijos y nietos. Sin embargo, sus pacientes la necesitaban más durante la pandemia y se quedó para atenderlos. Decidió responsablemente enfrentar sus miedos para seguir cuidando la dieta de sus pacientes.

Por su edad, Xwa’n es del grupo de personas vulnerables. Sin embargo, faltaba personal en el hospital ya que otras de sus compañeras fueron suspendidas por padecer enfermedades previas. Aun cuando vio contagios a su alrededor y tuvo que hacer turnos extras para cubrir a sus compañeras suspendidas, e incluso cuando tuvo que transbordar varias veces para llegar a su trabajo ante la falta de transporte público, venció el miedo. Hoy, gracias a Dios recibió su primera dosis de vacuna contra el Covid-19 y está sana. Inspira.

¿Quién no ha sentido miedo alguna vez? El miedo es una emoción básica del ser humano, necesario para la supervivencia, pero se convierte en un problema cuando nos paraliza, nos bloquea y toma el control de nuestras vidas.

Por eso, como Xwa’n que logró vencer sus temores, siguiendo al pie de la letra los protocolos de protección y prevención ante la incertidumbre provocada por la pandemia, todos estamos llamados a perder el miedo en todos los aspectos de nuestra vida personal y social, para avanzar y lograr una transformación.

El miedo frena el cambio—nos hace perder el tiempo. La historia de Guatemala ha estado marcada por períodos trágicos y difíciles que nos dejaron una herencia de miedo. Pero el miedo inmoviliza y nos impide dialogar. No nos deja buscar soluciones… Todos sentimos miedo alguna vez. La clave está en no quedar atados a él.

Yo tuve miedo de niño cuando mi papá debió migrar a Estados Unidos para salvar su vida durante la guerra interna. También tuve miedo cuando a los 14 años debí cruzar solo dos fronteras para poder reunirme con mi familia. Pero para continuar, tenía que superar ese miedo.

El miedo puede hacer que dejemos de soñar. A nivel colectivo, el miedo puede sumirnos en el silencio y hundirnos en el círculo vicioso del pesimismo, la resignación y de la creencia de que nada puede cambiar.

No digo que sea fácil, sobre todo porque la nueva normalidad nos exige un sobreesfuerzo a nivel conductual y emocional, pero a nivel individual y colectivo debemos vencer el miedo para allanar el camino hacia nuestros sueños personales, pero sobre todo hacia un país con progreso equitativo—hacia “el sueño guatemalteco”.

Superemos nuestro miedo a nuestras diferencias y logremos un pacto social.

¡Despertemos como sociedad! Perdamos el miedo de tender puentes entre nuestras diferencias para lograr un pacto social que impulse la educación de calidad y equitativa para toda la niñez. Venzamos el miedo de sentir empatía por nuestros prójimos y juntos visualicemos un país sin desnutrición crónica infantil.

¡Ganémosle al miedo! Sí, nos merecemos un gobierno eficiente y transparente. ¡Exijámoslo! Sin miedo. Que nuestros políticos sepan que están para servir al pueblo y no para servirse.

Seamos como Xwa’n y ganémosle al miedo. Es el único camino para un país equitativo, con desarrollo humano integral, próspero, donde podamos florecer.