Urge cambiar el modelo de distribución de impuestos recaudados. Se debe descentralizar.
En Estados Unidos, personas con gran influencia en el desarrollo y los procesos democráticos de Latinoamérica, especialmente de Centroamérica, se hacen una pregunta muy simple, pero elemental: ¿por qué la comunidad centroamericana migrante sobresale estando en EE. UU., y no prospera estando en su país?
La pregunta, sin duda, surge a raíz de observar cómo los centroamericanos en Estados Unidos logran no solo sobrevivir, sino que se superan y, cuando menos, envían remesas a su familia, con las cuales estas mejoran su poder adquisitivo y construyen casas donde parecía imposible, compran paneles solares donde no hay cobertura eléctrica o construyen pozos donde no hay agua potable, y en general apoyan al desarrollo de su comunidad.
Si los impuestos recibidos se invierten en donde se recaudan, habría menos negocios informales. —Marcos Antil
La pregunta inicial es, sin lugar a duda, válida. He visto a migrantes en Estados Unidos que se han superado asombrosamente. Pero también he visto a compatriotas sobrevivir con lo poco que tienen en sus aldeas o en los lugares lejanos de Guatemala, en donde luchan con energía para proveer a su familia y algunos crean sus propias oportunidades para alcanzar sus sueños.
El guatemalteco puede hacer realidad sus sueños incluso en estos lugares recónditos y olvidados, siempre que tenga acceso a herramientas y apoyos necesarios para apalancar sus esfuerzos, porque ganas sobran. La gente tiene ingenio, es hábil y perseverante. Uno de los aspectos que admiro de muchos guatemaltecos en aldeas, pueblos y ciudades de Guatemala es su don para el comercio, por ejemplo. Saben negociar, ser flexibles, encontrar el beneficio y a la vez atender las necesidades de otros.
Recuerdo cómo, hace 30 años, cuando vivía en mi aldea de Huehuetenango, llegaban los comerciantes, llevando casi siempre a cuestas ropa, pan y otras tantas mercancías que solo podían comprarse yendo a lugares distantes. Cada vez que llegaban era motivo de alegría porque llevaban cosas de comer, como pescado seco, golosinas y también objetos utilitarios. Les comprábamos y pagábamos con los pocos ahorros que teníamos. Claramente, nosotros teníamos una necesidad y alguien la estaba cubriendo.
En EE. UU., la mayoría de los migrantes llegamos para cubrir las necesidades que otros no llenan. Es el mismo ciclo de la aldea, pero en diferentes lugares, otras circunstancias y distintos sacrificios.
Seguramente hoy muchos comerciantes siguen caminando las veredas de esos lugares lejanos, cubriendo esa demanda. Muchos quizá ya no tienen que caminar porque cuentan con un puesto en algún mercado.
Si tan solo la infraestructura avanzara rápido, el progreso llegaría de igual manera. En la misma vía, estos negocios, con inversión en su progreso e infraestructura, estarían de acuerdo con pagar impuestos sobre la renta.
La informalidad se reduciría si se muestran resultados. Pero hoy nuestro sistema de pago de impuestos está centralizado. Los tributos que se aportan están centralizados en la capital de Guatemala, en donde son distribuidos de la forma en que los burócratas consideran mejor y a menudo ello coincide con las prioridades de políticos en campaña, pero no necesariamente con las necesidades de la gente.
Si queremos más negocios y trabajos formales, se debe cambiar el modelo actual y descentralizar los recursos recaudados. De esta manera los micronegocios podrían convertirse en negocios medianos y estos, eventualmente, escalar hasta convertirse en importantes contribuyentes, sin tener que radicar necesariamente en la ciudad, que hoy concentra el 90% de las grandes empresas.