La educación es vital para atacar de raíz las causas de la migración.
Dos eventos han desvelado el drama y las dimensiones de la migración en Centroamérica: la revelación de la política del gobierno del actual presidente de EE. UU. de separar familias migrantes detenidas en la frontera de Estados Unidos y el éxodo masivo de centroamericanos que huyen de la pobreza, la inseguridad y falta de oportunidades en la llamada #CaravanaMigrante, iniciada en Honduras, pero engrosada por salvadoreños y guatemaltecos en el trayecto que lleva.
Si bien esta no es una realidad desconocida por casi todos, era quizá hasta ahora una verdad incómoda, simplemente silenciada. Pero la atención mediática que han tenido estos dos eventos y, sobre todo, la valentía de sus protagonistas han roto los paradigmas del silencio y han marcado un parteaguas entre la indiferencia y la suma de voces por acabar con esta tragedia que afecta a miles de familias.
Una cosa está claro de estos hechos: migrar no es ir tras el sueño americano. Migrar se ha convertido en la última opción. Es la escapatoria a la falta de condiciones de vida en el lugar de origen.
Migrar es arriesgarlo todo a cambio de una posibilidad de oportunidades casi al azar, cuando ya no se tiene nada que perder.
Los hechos alrededor de la migración y las causas que empujan al éxodo deberían estar más que claro. Ahora toca centrarnos en cómo detener la huida masiva. Cómo lograr detener el círculo vicioso y no ver el fenómeno repetirse en las nuevas generaciones.
Seguiré insistiendo que no hay mejor vía que la educación para posibilitar a las personas mejores oportunidades. Tratar de resolver estos desafíos desde afuera de las comunidades más afectadas e imponiendo soluciones exógenas, simplemente no es efectivo. Lo mejor es atacar estos desafíos desde adentro de las comunidades y con pertinencia. Para eso debemos proveer a las comunidades las herramientas necesarias para que las poblaciones más afectadas tengan la posibilidad de emprender o de desarrollar nuevas soluciones e innovar. No son los muros, ni la represión policial lo que logrará detener las migraciones. Es la educación.
La educación es la base para romper las barreras de la exclusión social, los círculos de pobreza y los muros de la desigualdad: las verdaderas raíces de la migración.
Las medidas paliativas, sin visión de Estado y sin estrategia de políticas públicas, nunca han resultado. La educación es la herramienta más asertiva para afrontar problemáticas profundas, sistemáticas e históricas; es una solución de largo alcance. Por eso resulta imperativo que el Estado, a través del gobierno central, priorice la inversión en educación.
Es lamentable escuchar del recorte presupuestario a la educación pública superior encarnada hoy en la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC). Supone un duro golpe para quienes tienen menos posibilidades de acceso a la universidad.
La educación pública es vital, especialmente para los que estamos en áreas rurales donde los salarios son menos de Q500 mensual.
La educación pública debe propiciarse en todos los niveles, pero para afrontar la problemática de la migración, se debe fomentar la educación principalmente para las personas del área rural que, de por sí enfrentan desafíos para acceder a una escuela y costear sus estudios.
Recordemos que es del campo donde más se originan las migraciones y es ahí donde debe priorizarse la inversión en educación. La educación, principalmente a favor de la población rural y desposeída, es hoy por hoy, la mejor de las fórmulas para atacar de raíz y así solucionar la problemática de la migración causada por la pobreza.