Soñemos en grande: con una Guatemala donde podamos florecer sin tener que irnos.
¡Guatemala es un sueño! Es un sueño posible, un sueño compartido que se construye con las metas y el trabajo honrado de cada uno de nosotros. Se materializa en el sueño del campesino que madrugó hoy para limpiar la milpa, del empresario que hoy decidió una inversión estratégica, del joven que este año se aventura a emprender o a comenzar una carrera profesional; del cineasta que acaricia la ilusión de un Óscar o del artista que toma su guitarra o su marimba para deleitar al mundo.
Así como Guatemala es un sueño, se vale que soñemos en grande—se vale soñar que aquí, nosotros—juntos podemos crear el sueño guatemalteco, donde exista equidad y progreso—que nazca desde las aldeas y se disperse hasta las ciudades. Se vale soñar con una Guatemala nutrida de desarrollo humano integral. Un país que, por generar oportunidades para todos, evita la migración forzada. Una tierra donde se abran las puertas a quienes quieran venir a trabajar y a soñar; donde nuestros sueños florezcan.
El sueño guatemalteco es lo suficientemente fuerte, enorme y poderoso como para convencernos de que SE VALE SOÑAR EN GRANDE.
A menudo se habla del “sueño americano”—pero somos testigos del costo humano y de los sacrificios que eso representa. Hace menos de tres semanas, un grupo de guatemaltecos migrantes fue ultimado por grupos delictivos en Tamaulipas, México. Había padres, madres, hermanos: una tragedia que enluta a todo un país. A mí me duele—porque son nuestras hermanas, hermanos—son nuestra familia.
Por eso necesitamos luchar, crear y creer en el “sueño guatemalteco”. No es una simple utopía. El sueño guatemalteco es posible y se debe lograr para que no haya más hermanas, hermanos que tengan que sacrificar su vida y dejar a sus familias para lograr su bienestar.
El sueño guatemalteco es posible. Tenemos todos los ingredientes vitales para hacerlo realidad: trabajamos honradamente, somos perseverantes, pilas; un pueblo de fe, emprendedores y gente de bien. Lo que hace falta es un liderazgo capaz de unirnos tras una gran visión de país. Se necesita que todos creamos que es posible alcanzarlo, que aquí somos capaces de generar desarrollo humano integral y equitativo—crecer dignamente, con salud, educación, cultura, productividad e identidad. Que, en la tierra del Quetzal, nuestras niñas y niños—y cada uno de nosotros podemos florecer.
La ruta más asertiva para lograr un desarrollo equitativo es apostándole a la educación universal y de calidad para toda la niñez guatemalteca, que abarque desde las aldeas más remotas hasta las ciudades. No hay otro camino. Para que las familias puedan crecer unidas y labrarse un mejor futuro, se necesita educación.
Con mucho trabajo, perseverancia, fe y la visión fija en el sueño guatemalteco, todo es posible.
El sueño guatemalteco es lo suficientemente fuerte, enorme y poderoso como para convencernos de que SE VALE SOÑAR EN GRANDE. La base de ese sueño se viene construyendo por generaciones de guatemaltecos dispuestos a madrugar y desvelarse, desde el campo hasta la ciudad; en territorio guatemalteco o desde un país lejano. Al poner en práctica el talento que Dios nos ha dado a cada uno, aportamos nuestro granito de maíz para cosechar los frutos del sueño guatemalteco.
Compatriotas guatemaltecos, ¡atrevámonos a soñar! No dejemos que nadie nos robe nuestros sueños. Nunca dejemos de soñar ni nos dejemos vencer por los obstáculos que encontremos en nuestro camino. Recordemos que lo importante NO ES el camino, sino el tener un gran sueño. Porque si hay un sueño, se busca la vía alterna y siempre hallaremos un nuevo rumbo para avanzar. Y si de verdad no hay camino, nosotros tenemos que hacerlo.
Con mucho trabajo, perseverancia, fe y la visión fija en el sueño guatemalteco, todas y todos podemos florecer aquí en Guatemala.