Invertir en educación es costoso, pero no hacerlo nos está saliendo mucho más caro.
A menudo se afirma que Guatemala necesita invertir en su infraestructura vial para atraer y facilitar las inversiones productivas, y así mejorar su competitividad. Sin duda, eso es muy cierto. Pero también es verdad que muchas veces nos olvidamos que hay otra inversión, posiblemente la mejor, la más duradera y significativa: la educación. Pero que aún no se efectúa en la proporción necesaria. Para lograr una transformación nacional, debemos cambiar nuestras prioridades. Primar la educación es garantizar que el progreso llegue a toda la ciudadanía.
Si hablamos de carreteras, estas sirven para transportar personas entre destinos o mercancías desde las áreas productivas hasta los mercados y puertos. Sin embargo la educación es la gran autopista que lleva al desarrollo del capital humano, es la vía hacia el progreso equitativo del país y el cimiento de una sociedad moderna y de un estado al servicio de sus habitantes. La educación es la que genera ingenieros, arquitectos—y todas las profesiones necesarias para soñar, crear, innovar y ejecutar grandes proyectos de infraestructura—que lleven a un país al primer mundo.
El gasto en educación de calidad ofrece mejor retorno de inversión para un país.
La educación representa una inversión de por vida. Es como una semilla, que cuando la plantas en tierra fértil y la cuidas con esmero; crece, florece y se multiplica. Una educación de calidad es la inversión con la mejor tasa de retorno que un país puede realizar. Invertir en educación es costoso, pero no hacerlo nos está saliendo mucho más caro. En Guatemala, la transformación de la educación es compleja y lenta. Sus resultados no se ven de forma inmediata y ello la hace un objetivo poco atractivo para los gobiernos de turno. Pero cada gobierno que no pone a la educación como máxima prioridad, contribuye al atraso del país.
Si lo vemos de manera individual, en la medida que una persona tiene mayor nivel académico tendrá más oportunidades de crear empleos, de emprender o de emplearse; mejorará sus ingresos y habrá menos desocupación. La educación es el camino más asertivo para lograr el sueño guatemalteco. Para el país, es rentable tener habitantes con mejor formación, ya que así tendrán mayor calidad de vida, salud y poder adquisitivo.
Seguramente muchos se estarán preguntando, ¿Guatemala está invirtiendo lo suficiente en educación? La respuesta es un rotundo “no”. Hoy, aún existen lugares en nuestro país donde las niñas, niños y jóvenes no tienen acceso a la escuela primaria y secundaria. Es urgente que se mejore el gasto público en educación, en cantidad y calidad. Según los datos disponibles al 2017, Guatemala invierte únicamente el equivalente al 2.8% del Producto Interno Bruto (PIB) en educación. La media de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), consideradas las naciones más ricas, se ubica en el 5% del PIB. Necesitamos invertir más en la autopista del desarrollo que representa la educación, con nuevos abordajes didácticos y tecnológicos. Eso significaría aumentar la inversión en todos sus componentes que van desde la calidad educativa, la infraestructura escolar, la ampliación de cobertura, la formación con pertinencia, contratación y actualización constantes de maestros, tecnología, arte y también, mejorar la nutrición infantil.
Necesitamos invertir más en la autopista del desarrollo que representa la educación, con nuevos abordajes didácticos y tecnológicos.
Estamos ante un enorme desafío. Encontrar la manera de lograr que el país progrese ya de por sí es complejo, pero lo que nuestros gobernantes deberían tener en cuenta es muy simple: la educación es la mejor y más básica herramienta para el progreso: no hay otro camino.