La riqueza de Guatemala y su motor de desarrollo reside en cada uno de nosotros.
A principios de febrero último tuve la oportunidad de invitar a Guatemala a un cliente radicado en Washington, DC. Quería conocer al equipo que estaba trabajando un proyecto digital, del cual —él afirmaba— dependía su carrera. Decía que los resultados que comenzaba a ver desde EE. UU. le daban la seguridad de seguir trabajando con XumaK; sin embargo, quería ver en acción al equipo desarrollador.
Llegado el momento, fui a traerlo una tarde-noche al aeropuerto. Para mi sorpresa, a su llegada, no traía nada más que una mochila. No traía ninguna otra maleta. Me dijo que, como no sabía realmente a dónde iba, prefirió viajar con lo mínimo.
Al conocer al equipo en persona, con quienes ya había platicado varias veces por teleconferencias y videoconferencias, constató que es un equipo dedicado, profesional y brillante.
Después de haber compartido una cena típica en un restaurante, nuestro día termina y comenzaríamos el próximo día a conocer al equipo.
Fueron cuatro horas de trabajo en la oficina. Al llegar a la sede de XumaK se sorprendió de lo moderna que lucía. Nos dijo con certeza que no tenía nada que envidiarles a oficinas de cualquier otra empresa del ramo en otra ciudad del mundo, algo que nosotros quisimos lograr al diseñar nuestras oficinas.
Al conocer al equipo en persona, con quienes ya había platicado varias veces por teleconferencias y videoconferencias, constató que es un equipo dedicado, profesional y brillante. La satisfacción reflejada en su rostro al confirmar su seguridad de trabajar con nosotros fue gratificante.
Tras cumplir el cometido de su viaje, decidí mostrarle algo más de Guatemala. Nos fuimos a Petén, y dejé que el majestuoso Tikal hablara por sí mismo sobre el pasado milenario de Guatemala. Algo que había surgido como resultado del trabajo y del profesionalismo de un equipo en Guatemala y que hicieron brotar inspiración y confianza para venir a conocerlos, se convertía en un momento donde el esplendoroso paisaje lo conquistara, como conquista a todo aquel que llega.
Aquel amigo que había llegado con solo una mochila al país decidió para las vacaciones por Semana Santa regresar a Guatemala, pero esta vez, con su esposa y sus hijas de 8 y 10 años, para descubrir más de este maravilloso país. Mientras escribo este texto, él y su familia disfrutan de las espectaculares vistas del Lago de Atitlán y de la majestuosidad de Antigua.
Quienes salimos de Guatemala, por diferentes razones, siempre añoramos regresar. Los bombardeos que recibimos dentro y desde de nuestro país para no regresar son abrumadores. Desafortunadamente, en Guatemala, el accionar de muchos que dirigen nuestro país, más parecen encaminados a darle una mala imagen, pues tanta corrupción, impunidad e incoherencia entre discurso y realidad impiden un avance hacia el desarrollo.
Visualizar a nuestro país, libre de corrupción, redunda en progreso para todos, no solo para el grupo que por ahora tiene saturado todos los medios con confusos mensajes y que cada día tratan de demeritar el esfuerzo de las instituciones que tienen tras las rejas a algunos de los que por tanto tiempo, descaradamente le han chupado la sangre a Guatemala.
Desafortunadamente, en Guatemala, el accionar de muchos que dirigen nuestro país, más parecen encaminados a darle una mala imagen, pues tanta corrupción, impunidad e incoherencia entre discurso y realidad impiden un avance hacia el desarrollo.
El progreso puede llegar a nuestro país, no solo con trabajos generados por empresas que azuzan conflictos, sino con autosostenibilidad que los mismos ciudadanos podemos generar. Tenemos capital humano capaz de evolucionar y crecer. Somos de los países más emprendedores del mundo. Como empresario, lo veo todos los días en mi equipo y donde quiera que vaya en Guatemala.
El motor del desarrollo de nuestro país está en cada uno de nosotros. Debemos seguir luchando juntos para eliminar la corrupción que tanto daño nos hace, limpiar el espectro político e ignorar los falsos nacionalismos.
Foto: Prensa Libre