Para vivir en armonía debemos tener la capacidad de compartir los sentimientos de otros.
Hoy quiero platicarles de algo muy elemental, sencillo, de sentido común y humano. Les quiero hablar sobre empatía, que es la base para una sociedad en armonía. Claramente, esto no se trata de ideología, política o economía, sino de humanismo. Por el contrario, lo opuesto a la empatía es la psicopatía—y es la raíz de controversias, divisiones, guerras, hambre y muerte.
La Real Academia Española define la empatía como: “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”. La primera palabra es relevante: capacidad. Hoy vivimos en una sociedad donde hay personas que perdieron la capacidad de ser empáticas, y sus acciones cuando están en puestos de poder son catastróficas.
Las personas que tienen empatía en un nivel bajo se catalogan como enfermos de psicopatía.
Yendo un poco más allá, un ejemplo de empatía son los amantes del fútbol y de la Selección Nacional, cuando esta gana un partido importante, se desbordan de alegría, comparten la misma emoción y, temporalmente, se identifican entre ellos. ¿Y qué decir de las protestas ciudadanas de 2015? Es ejemplo de un sentimiento común que nos unió y resultó en cambios importantes.
La empatía es innata al ser humano que, al tenerla en un nivel bajo, se cataloga como enfermedad: psicopatía. Uno de los principales rasgos que define al psicópata es su falta de empatía. De ahí su fuerte tendencia a cometer crímenes, pues no le importa el daño que crea en sus víctimas y no comparte ni se siente identificado con sus iguales.
La empatía es tan poderosa que puede también impulsar un plan de negocios al éxito. Por ejemplo, Satya Nadella, el exitoso CEO que ha logrado reencaminar a Microsoft, diseña sus modelos de negocios con base en buscar que los colaboradores sientan empatía por la empresa. Por el contrario, la falta de empatía puede crear discriminación, xenofobia y hasta genocidio. Cuando este sentir se multiplica, nuestro tejido social se fractura. Las personas que carecen de empatía generalmente se consideran superiores. El político que roba es psicópata porque deja de percibir que los quetzales que van a su cuenta para el yate, eran para el hospital donde un niño murió por falta de insumos que ya no se pudieron comprar.
Afortunadamente, en nuestra bella Guatemala hay más personas empáticas y con don de servir. Son los que debemos animar, apoyar y colocar en puestos de poder.
En las crisis, principalmente, muchos sacan el pecho para ayudar, incluso desde el anonimato. Lo veo ahora con el coronavirus, colectivos sociales organizaron la “Olla Comunitaria” para recaudar y preparar alimentos a personas sin recursos. Lo vimos con la tragedia de la erupción del volcán de Fuego en 2018, un grupo de ciudadanos se organizó en “Rescate Antigua”, para buscar sobrevivientes o recuperar restos de víctimas y luego, para brindar acompañamiento psicológico o como las empresas y personas que apoyan el proyecto Café Con Causa, cuyas ganancias al 100% es invertido en proyectos educativos que impulsan en el área rural del país. Como estos, hay más ejemplos que no tienen que ser grandes hazañas.
Hoy es importante reflexionar. ¿Qué tan desconectados estamos unos de otros que no dimensionamos el dolor de los vecinos? Recientemente vimos expresiones dantescas como la fiesta clandestina en plena crisis sanitaria o la discriminación y amenaza contra los contagiados por COVID-19 cuando se conoció la identidad de algunos. ¿Acaso estamos camino a convertirnos en una sociedad psicótica? ¿Es una pesadilla o realmente vivimos en nuestra burbuja? Por esto creo que para vivir en armonía, debemos despertar y fomentar continuamente nuestra capacidad de identificarnos con otros y compartir sus sentimientos—debemos mantener a un nivel alto nuestra empatía.