Prensa Libre

Sentido cívico y vocación de servicio son valores fundamentales en la personalidad de quienes se constituyan en nuestros líderes.

En mi último viaje a Guatemala tuve la oportunidad de reunirme con una buena amiga y sus dos niñas. Hacía meses que no las veía. Me dí cuenta de algo en las pequeñas: se habían cortado la mitad del cabello largo para donarlo a niños que padecen cáncer. ¡Esto me impactó! Ellas son fieles al liderazgo de su madre y lo hacen con gusto y desinterés.

El civismo, sinónimo de ciudadanía, es un comportamiento que puede llegar a ser espontáneo cuando se ha aprendido. No es sólo emocionarse cuando la selección mete un gol, o llenarse de orgullo al cantar el himno nacional. Puede reflejarse en acciones que promueven el bienestar de los demás. No está condicionado al hecho de tener dinero o no; de ser niño, joven o anciano; de ser religioso o ateo, de ser hombre o mujer.

“El civismo y la vocación de servicio son aspectos que se deberían exigir, de manera coherente, en la personalidad y los valores de quienes se constituyan en nuestros líderes.” —Marcos Antil

Ser buen ciudadano, por lo general se aprende desde la niñez. Un niño o niña cuyos padres le inculcan valores, tiene mayores posibilidades de convertirse en un buen ciudadano. El ambiente social afecta la vida personal. Si favorece el civismo facilita que surjan las personas modelo y los líderes. Después de todo, el liderazgo es una habilidad que se adquiere. El liderazgo es saber servir a otros y no que los otros le sirvan a alguien.

Las acciones ciudadanas se enriquecen, muchas veces, por los servicios comunitarios. Se trata de actividades solidarias y desinteresadas.

En mi familia, desde pequeño recuerdo a mis padres ejercitar y enseñarnos a poner en práctica valores ciudadanos. Muchas de esas acciones fueron formando parte de nuestra cotidianidad. Regresando a mis recuerdos de infancia, viene a mi mente lo divertido que resultaba ayudar a “chapear” los caminos de zacate o limpiar el parque. Y así muchas otras actividades voluntarias.

En mi adolescencia en Estados Unidos formé parte de varias iniciativas cívicas. Por ejemplo, con un grupo de amigos íbamos a servir comida a personas sin hogar. Éramos estudiantes y no teníamos dinero para donar alimentos, pero aprovechábamos nuestros tiempos libres para ayudar. Pero a la vez, este servicio es una recompensa, pues este tipo de actos son más reconocidos y valorados. Para los jóvenes, por ejemplo, al solicitar una beca o pedir admisión en una universidad, acreditar acciones realizadas en estos ámbitos suma oportunidades en su candidatura. Las universidades más prestigiosas del mundo, a la hora de evaluar a los aspirantes, ponderan más los créditos extracurriculares, ya que las calificaciones en sí de los aspirantes son perfectas. Estas universidades no sólo buscan preparar profesionales o futuros empresarios, sino forjar ciudadanos ejemplares y un liderazgo a prueba de logros.

El civismo y la vocación de servicio son aspectos que se deberían exigir, de manera coherente, en la personalidad y los valores de quienes se constituyan en nuestros líderes.

Porque, reitero, el civismo es más que un grito ante un gol de la selección o sentir orgullo al ver la bandera patria ondear. Puede ser incluso compartir tu cabello con alguien que lo necesita, justo como lo hicieron Nina y Isabela.