Prensa Libre

Los servidores públicos deben ser los primeros en derribar los muros del prejuicio y representar la unidad del país contra toda la corrupción.

Las fronteras no deberían existir. Estas barreras imaginarias no sirven más que para reafirmar la división entre quienes tienen mucho y los que tienen poco o los que no tienen nada. Las fronteras son el manifiesto de la falsa idea de superioridad como especie, para justificar la explotación descontrolada de los recursos naturales y mantener las relaciones de desigualdad social.

Las fronteras solo sirven para crearnos límites a nosotros mismos. En nombre de ellas se han cometido los peores crímenes de humanidad—masacres entre hermanos, guerras de unas naciones contra otras o la destrucción de nuestro ambiente, sin considerar que las consecuencias las pagamos todos.

La lógica simple: utilicemos nuestra diversidad para apalancar el desarrollo hacia un país moderno, con el balance suficiente de industrialización y conservación.

Una forma manifiesta de estas barreras son los prejuicios: cuando olvidamos de dónde venimos y que se traduce en rechazo a migrantes, sin considerar que, en el fondo, todos somos migrantes, de paso por este planeta. Sin ir lejos, la mitad de los guatemaltecos de hoy somos descendientes de los mayas y la otra mitad—somos nuevos migrantes.

En nuestra limitada visión, nos cerramos en defensa de cierta  forma de producción, le otorgamos valor absoluto a una moneda de cambio y nos olvidamos que la verdadera fortuna la llevamos fluyendo en nuestra sangre, en el ADN de cada uno, en la diversidad y las diferencias, no en la uniformidad ni en la intolerancia.

La lógica simple: utilicemos nuestra diversidad para apalancar el desarrollo hacia un país moderno, con el balance suficiente de industrialización y conservación.

Migrar es un acto heroico—el último recurso ante la necesidad de proteger la vida y la falta de oportunidades. Migrar “ilegalmente” o “legalmente” es otra una forma manifiesta de fronteras, porque quienes tienen medios, pagan su entrada con dinero, mientras que los que no tenemos ese privilegio, pagamos sacrificando nuestras vidas.

Frente a esto, sueño y contribuyo con mi granito de maíz para que lleguemos al momento en que no tengamos que migrar. Los que migramos hacia Estados Unidos sabemos que no es agradable ser utilizados como pretexto y mucho menos como objeto de injustificables cruzadas de odio.

Por eso, insto y ruego a los funcionarios públicos y autoridades de gobierno a que piensen en nosotros, los migrantes. No como botín político ni como sujetos de demagogia. Recuerden que una importante porción de los recursos que dinamizan la economía del país proviene de los migrantes. Sin embargo, si no tuviéramos que migrar, el valor que podemos agregar sería aún mayor. ¡Manifiéstense contra aquellos funcionarios públicos que desvergonzadamente claman que derrochar y repartirse el dinero que los ciudadanos aportamos para contribuir con el desarrollo de nuestro país no es un delito! De hecho, es un crimen de lesa humanidad, porque el dinero no es suyo.

Insto y ruego a los funcionarios públicos y autoridades de gobierno a que piensen en nosotros, los migrantes. No como botín político ni como sujetos de demagogia.

Cada acto de corrupción, despilfarro y malversación de los recursos públicos son la desvergüenza en su máxima expresión—un escupitajo en el rostro de las personas más necesitadas, de los más vulnerables y de nuestros niños que no tienen para comer o que se ven obligados a estudiar en condiciones deplorables y precarias.

Para lograr un país próspero, la misión debe ser buscar el beneficio común y la dignificación de todas y todos los guatemaltecos por igual. Quien quiera ostentar elegancia, comodidades y vida de lujo, que opte por competir en el libre mercado para ganarse cada centavo con el sudor de su frente. Un verdadero servidor público no se subsidia de sudor del pueblo, no fomenta la división ni la corrupción, sino que apoya sin condiciones la lucha contra la impunidad.

Fotografía: Prensa Libre.