Despierta una nueva Guatemala gracias al civismo de las generaciones que conviven.
“Nuestros padres lucharon un día, encendidos en patrio ardimiento, y lograron sin choque sangriento colocarte en un trono de amor”. Mañana que se festeja la Independencia Patria, nada describe mejor que esta estrofa del Himno Nacional, el civismo con que han actuado los guatemaltecos en los últimos cinco meses.
¿O acaso hay mejor forma de festejar a la patria si no es con el ejercicio auténtico de ciudadanía? Para mí, el despertar del pueblo y la unidad de diversos sectores reflejados en las multitudinarias manifestaciones pacíficas, indignados ante la corrupción y la impunidad, son la mejor fiesta cívica.
El actual empoderamiento de la gente y su despertar de un letargo son un hito; el alzamiento de la voz tras largos períodos de silencio y la pérdida del miedo para reclamar justicia y dignidad, emulan la emancipación que evoca el Himno Nacional.
«Solo una crisis –real o percibida– da lugar a un cambio verdadero». —Milton Friedman
De ahí que no sorprende que ahora el mundo se asombre de Guatemala. La BBC, por ejemplo, tituló: “La revolución pacífica en la región más violenta del mundo”. El triángulo norte de Centroamérica es catalogado como la región más violenta del mundo, pero que paradójicamente es en donde se está produciendo un despertar ciudadano auténtico.
Siguiendo los pasos de Guatemala, en Honduras, las protestas pacíficas son incipientes pero a la vez crecientes. El Salvador ha iniciado movimientos en la misma ruta.
Milton Friedman decía que “solo una crisis –real o percibida– da lugar a un cambio verdadero”. Y el último movimiento que unió a amplios sectores de la sociedad guatemalteca y propició la caída de un régimen dictatorial e inauguró el período llamado “Diez años de primavera”, fue la “Revolución de 1944”.
Debieron pasar 70 años de la última revolución, 30 años del inicio de la era democrática y 19 después de la firma de la paz (que puso fin a 36 años de guerra civil), para que germinara y empezara a florecer una nueva Guatemala, con una actitud acorde a los tiempos interactivos que vivimos.
Es cierto: el país aún está sumido en la crisis política. La corrupción enquistada en el aparato de gobierno y los altos niveles de impunidad imperantes todavía lastran las esperanzas de una vida digna y equitativa para los guatemaltecos. Pero la esperanza ya se encendió.
Se debe aprovechar el surgimiento de un amplio sector de la sociedad en defensa de la justicia y la institucionalidad. Las manifestaciones no deben cesar y paralelo a ellas deben generarse propuestas concretas, una tarea a la que están llamados los nuevos liderazgos, la academia y la ciudadanía a través de organizaciones comunitarias auténticas, plurales, políticas o apolíticas, pero con incidencia pública.
La Patria es una y no es solo un territorio: es una construcción con la cual nos identificamos. Desde aquellos que siempre han vivido aquí, hasta otros que por cuestiones de la vida nos fuimos desde niños, pero nunca pudimos olvidar aquel olor a tierra mojada, a café recién cortado, a nuevo amanecer de gente de bien que hizo escuchar su voz en patrio ardimiento.