La crisis revela nuevas necesidades que generan oportunidades para nuevas soluciones.
La historia nos ha enseñado que son precisamente los eventos catastróficos los que han empujado las grandes transformaciones de la humanidad. Hay razones para ser optimistas–encontrar esperanza aun cuando el mundo no ha salido de esta dolorosa pandemia.
Creo firmemente que detrás de la adversidad siempre hay una oportunidad. Por eso, sin lugar a dudas, de la crisis del coronavirus pueden surgir cosas buenas. A nivel individual, esta crisis vino a sacarnos de nuestra zona de confort—un paso muy difícil de lograr porque las personas por naturaleza nos resistimos al cambio. Pero después de atestiguar y vivir en carne propia las repercusiones del coronavirus, hemos tenido que adoptar nuevas maneras de hacer las cosas que, incluso antes, dábamos por sentado.
A nivel individual, esta crisis vino a sacarnos de nuestra zona de confort—un paso muy difícil de lograr.
La crisis nos revela nuevas necesidades que, con creatividad y emprendimiento, generan oportunidades para que cualquier persona pueda crear y ofrecer soluciones para atenderlas.
En el contexto de las empresas, antes del COVID-19, en Guatemala era difícil apostarle al trabajo remoto al 100%. Muchas otras empresas ni siquiera lo contemplaban en el futuro. En XumaK, por ejemplo, antes de COVID-19, teníamos habilitado únicamente el 20% del tiempo de trabajo desde casa. El coronavirus vino a acelerar en semanas lo que significaba años para lograr el trabajo remoto a tiempo completo. Durante esta pandemia XumaK ya tiene habilitado el 100% del tiempo de trabajo desde casa. Como para XumaK, esta solución significó para tantas empresas la manera de sobrevivir.
Por otro lado, a partir de esta crisis, muchas empresas—en especial las pequeñas—pasaron al comercio electrónico e incluso, algunas tuvieron que replantear sus modelos de negocios. Quienes aún no lo han hecho, solo podrán encontrar en la transformación la clave para sobrevivir y escalar.
La crisis ha acercado a las personas a la era digital en un lapso de tiempo jamás imaginado posible. Hoy para comunicarnos con nuestros seres queridos, desde niños a personas mayores, nos hemos visto empujados a adoptar la tecnología—videoconferencias por FaceTime, Zoom, Live, entre tantas otras opciones. Igualmente, para sobrevivir, las empresas se han visto obligadas a agilizar su transformación digital. Por eso, es necesario que en nuestro país avancemos hacia la digitalización de la economía, y uno de los factores claves para lograrlo es la conversión al gobierno electrónico. Los procesos que hasta ahora requieren hacerse en persona, deben facilitarse para realizarlos vía internet, con lo cual evitamos filas y contagios. No es una tarea enormemente difícil. Muchas instituciones ya tienen sus sistemas de datos y solo hace falta centralizarlos o bien, habilitar la comunicación en tiempo real entre ellas.
La digitalización impulsada por COVID-19 es irreversible.
Si antes nos parecía que la transformación digital era un “extra”, de ahora en adelante será un requisito para competir en el mercado y sobrevivir en la nueva era. Para tomar ventaja de las oportunidades que trae esta crisis debemos impulsar la transformación digital en todos los sectores de la sociedad. Las personas están listas, las empresas lo necesitan, y el presente lo exige.
En las últimas décadas, Guatemala ha avanzado significativamente en términos del desarrollo de su infraestructura digital. Sin embargo, también debemos preguntarnos si nuestro ecosistema digital está preparado para afrontar las exigencias del mundo post pandemia. Y es ahí donde el Estado tiene la gran oportunidad de ser protagonista a través del gobierno electrónico. Para lograrlo, basta con que ponga el interés de sus ciudadanos en el centro y que sus acciones giren alrededor de esas necesidades—será un gigantesco paso hacia el progreso equitativo.