Los migrantes somos padres, hijos y hermanos que sacrifican todo por un futuro digno.
Soy Marcos Antil, guatemalteco, maya, emprendedor tecnológico y migrante. A los 14 años migré solo, para reunirme con mi familia en los Estados Unidos. Dejé todo atrás: mis amigos, mi tierra. Mis padres y hermanos huyeron de Guatemala porque la vida de mi papá corría peligro. Mi historia es la de miles de guatemaltecos que, por necesidad, tienen que dejar todo en busca de futuro y a veces ello empieza por poder alimentar a la familia. Migrar no es un lujo; separarse de los seres amados no es por gusto. Es por necesidad.
En 2024, los migrantes enviamos $21.5 mil millones de dólares en remesas familiares a Guatemala. Cada dólar es fruto de largas horas de trabajo, sacrificio y el miedo constante que enfrentan muchos migrantes. En este momento existe ese asedio. Pero no es nuevo. La frase “¡ahí viene la migra!” que se oía en las fábricas, campos—en lugares de trabajo en los años 90 tiene raíces en traumas reales.
Las remesas se han convertido en el pilar de la economía guatemalteca y de miles de hogares. Impulsan la construcción, el consumo y benefician directamente a la economía nacional y, por ende, a grandes empresas. Pero una economía basada en tanto sacrificio y separación familiar, no es sostenible e implica consecuencias graves a largo plazo. De ahí la necesidad de construir juntos el #SueñoGuatemalteco, donde el mayor ingreso de Guatemala provenga del talento y la creatividad de su gente, no de la migración forzada. Un futuro donde los guatemaltecos desarrollen su potencial en su tierra.
Según datos recientes: el 65% de las remesas se usa en necesidades básicas; el 15% se invierte en la educación y el resto se destina a vivienda, negocios y ahorros. Bancos y cadenas de tiendas obtienen ganancias gracias a este flujo de efectivo. Las empresas y los gobiernos que reciben impuestos de estas remesas tienen una gran oportunidad y obligación. Reconocer y dignificar a los migrantes, no solo con discurso sino con acciones.
Construyamos juntos el Sueño Guatemalteco, un país donde las familias no tengan que separarse para sobrevivir.
Actualmente, en El Norte hay narrativas prejuiciosas que presentan a los migrantes—incluyendo migrantes guatemaltecos—como amenaza y los declaran criminales. En lugar de valorar su trabajo y aporte, son tratados como peones en el juego político. Lamentablemente, este discurso a veces se replica en algunos sectores de nuestra sociedad, invitándonos a reflexionar y promover una narrativa que valore a los migrantes. ¿Cómo es que, en Guatemala, donde casi todos tienen un familiar, amigo o vecino migrante, puede haber quién adopte una narrativa negativa? ¿No son buenos guatemaltecos los maestros, la trabajadora que cuidó a tus hijos, o quienes trabajan el campo? Estigmatizar a los migrantes es injusto porque desprecia el sacrificio de millones de compatriotas por el solo hecho de querer trabajar.
La gran mayoría de migrantes ocupan empleos duros y rudos que nadie desea desempeñar. Por estar indocumentados, les pagan menos y son objeto de abusos y discriminación: se vive con temor. Pero aun así trabajan con eficiencia, pagan impuestos y envían remesas a sus familias. Yo lo viví: enviamos alimentos, salud, educación y esperanza a nuestros familiares y comunidades.
Guatemaltecos dentro y fuera de Guatemala: trabajemos juntos para superar las divisiones que tanto daño han causado a nuestra sociedad. No demos paso a que discursos de odio y racismo nos dividan. Ni el gobierno ni las empresas ni la sociedad deben tratar a los retornados bajo criterios prejuiciosos. Los migrantes no pedimos premios. Solo queremos respeto, empatía y que nuestro sacrificio no sea ignorado ni criminalizado. Queremos aportar y crecer. Al fin y al cabo, no solo enviamos dinero. Enviamos vida y futuro para Guatemala.
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