No hay mejor herencia para los hijos que la educación.
Esta semana arranca oficialmente el ciclo escolar 2020. Para los niños, casi siempre, es un tiempo de mucha emoción el saber que volverán a las aulas y reencontrarse con los amigos después de las vacaciones. Para muchos padres de familia, empieza el ir a librerías para la compra de útiles escolares.
También estarán aquellos que por más que trabajaron—incluso durante las recientes fiestas pascuas, aún no completan para los cuadernos, libros y otras cosas que necesitan sus hijos. Pero este sacrificio, vale la pena hacer, es la mejor inversión que harán para el futuro de sus hijas e hijos.
En un mundo en constante evolución, la educación es una lógica válida que trasciende generaciones.
Es esperanzador que, sin importar los sacrificios y lo difícil que resulta reunir lo suficiente para comprar los gastos escolares, los padres de familia luchan por enviar a sus hijos a la escuela. Estamos consientes de la importancia de darles educación a las nuevas generaciones con la ilusión de que tengan mejores herramientas para enfrentar el futuro.
Quienes aún crecimos ayudando a nuestros padres en sus trabajos agrícolas—yendo a las fincas u cualquier otro oficio, somos testigos del sacrificio de nuestras mamás y papás para enviarnos a la escuela. Nuestros padres sabían que la educación es la mejor forma para superar los círculos de pobreza. Muchas veces, en palabras simples decían: “estudia hija”, “estudia para no ser como nosotros”, “aprende a leer y a escribir para que no tengas que trabajar bajo el sol toda tu vida”.
De niños no siempre nos damos cuenta de todos los sacrificios de nuestros padres para que fuéramos a la escuela. ¡Niños, jóvenes—aprecien esos sacrificios! Gracias a esos esfuerzos, ahora—muchos de nosotros tenemos el privilegio y la fortuna de enviar a nuestros hijos a centros educativos públicos o colegios privados de prestigio, aunque el costo requiera tener un segundo trabajo. Pero, no olvidemos que hacen faltas escuelas en muchos lugares—y muchas familias aún no tienen la posibilidad de ni si quiera poder comprar un lápiz. En muchos lugares no hay maestros. ¡No hay que dejarlos en abandono!
En nuestro país, hoy en día, hay comunidades, donde la educación es un privilegio para pocos o sencillamente no existe para todos. No es que nuestra gente no la quiera. He estado en lugares recónditos de Guatemala y he sido testigo de que allá también los padres de familia quieren darles educación a sus hijos y trabajan duro para lograrlo. Nuestra gente entiende la importancia de la educación para su progreso personal y para su comunidad, y por eso, hacen todo lo necesario para juntar el dinero e invertir—lo que tanto les cuesta ganar—en la educación de sus hijos. Para muchos, gastar en educación es quitar una tortilla de la mesa, porque están consientes de que es un sacrificio que planta una semilla que hará florecer el futuro de sus hijas e hijos.
La educación tiene un precio alto, pero cualquier esfuerzo para enviar a los hijos a la escuela, vale la pena. A lo mejor los hijos no sepan que hoy sacamos un préstamo en el banco, que empeñamos una reliquia o topamos la tarjeta de crédito y que nos acabamos los ahorros; en su momento se darán cuenta—y habrá valido la pena—especialmente cuando vivan en una mejor sociedad y tengan calidad de vida.
Nuestros padres solían decir: lo único que le podemos dejar a los hijos es el estudio.
No hay mejor herencia que la educación. En un mundo en constante evolución, la educación es una lógica válida, que trasciende generaciones, porque la mejor manera de enfrentar el futuro es con la educación.
Queridos padres de familia, hoy les quiero recordar que vale la pena los sacrificios que hicieron para pagar esos gastos escolares. ¡Dios los bendiga!