La celebración de independencia no podía faltar. A mí me encantaba tocar el tambor mientras avanzaba el desfile de estudiantes con banderas y símbolos patrios, en las fiestas cívicas.
Si tengo cara de muchacho inquieto es porque lo era. En esta época fue que me gasté la remesa de un mes en dos días por comprar golosinas y también fue cuando me disloque un codo por andar haciendo piruetas.
Las monjas del colegio parroquial me decían que me cortara el pelo y que me estuviera quieto. Estaba en sexto grado primaria poco antes de salir para Estados Unidos.
Yo no sé si invente las selfies pero está quedó bastante bien allá por 1990.