La celebración de las fiestas patrias en Septiembre no podía faltar. A mí me encantaba tocar el tambor mientras avanzaba por el pueblo el desfile estudiantil de Independencia con banderas y símbolos patrios.
Si tengo cara de muchacho inquieto es porque lo era. En esta época fue que me gasté la remesa de un mes en dos días por comprar golosinas y también fue cuando me disloqué un codo por andar haciendo piruetas.
Las monjas del colegio parroquial me decían que me cortara el pelo y que me estuviera quieto, pero yo seguía brincando por todas partes. Logré salir de sexto grado primaria poco antes de marcharme sin la compañía de ningún familiar con rumbo a Estados Unidos, en donde ya estaba toda mi familia.
Yo no sé si invente las selfies pero está quedó bastante bien allá por 1990.