Prensa Libre

La historia de MIGRANTE es el testimonio de que estamos hechos de sufrimiento y dolor, pero también de sueños posibles.

Cuando nació la idea de escribir MIGRANTE, un texto autobiográfico, pensé no solo en dejar grabada mi memoria y contar mi experiencia de vida—sino también, referir la realidad de exilio y migración interna o externa que ha vivido Guatemala.

La historia de mi familia está construida sobre la base de migraciones internas. Antes que yo naciera, mis bisabuelos y algunos abuelos, migraron de San Miguel Acatan a Santa Eulalia, Huehuetenango. Cuando nací, recuerdo que debíamos viajar por temporadas de mi aldea natal a la costa para trabajar. También tuvimos que ir de mi aldea a vivir a la cabecera municipal para poder obtener estudios básicos. Luego vino el éxodo forzado hacia el extranjero durante la época del conflicto armado.

Estemos donde estemos, prima nuestra condición humana frente a cualquier xenofobia. —Marcos Antil

El fenómeno del desplazamiento y de la migración está presente en la historia de la humanidad, ya sea porque vamos en busca de mejores condiciones de vida o porque nos vemos forzados por la pobreza, la violencia política o la delincuencia.

De acuerdo con el Informe sobre las Migraciones el Mundo 2018, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM-ONU), en la actualidad se estima que hay 232 millones de migrantes internacionales y 740 millones de migrantes internos, es decir, casi mil millones de personas están en migración en el mundo. El origen de pueblos, ciudades o países enteros, se debe a la migración. Ahí radica el porqué #TodosSomosMigrantes.

Me siento muy agradecido porque MIGRANTE ha sido bien recibido—desde aldeas, cabeceras departamentales y en la ciudad de Guatemala. En sus 31 capítulos, los lectores quizá encuentran algún pasaje con el que se identifican, porque se trata de una realidad colectiva. MIGRANTE es la historia de un guatemalteco, centroamericano o latinoamericano que tiene puntos comunes con tantas otras miles. MIGRANTE es mi testimonio pero también un recorrido por la historia reciente.

Aunque migrar es un derecho es importante destacar que no es un lujo o una cosa fácil. Miles de personas mueren en su intento. Otros tantos, por razones distintas, nunca llegan a su destino. Para los que logran llegar a su destino, también se requiere un gran esfuerzo de adaptación, que a veces resulta traumático y desolador. Llegar a un lugar ajeno exige esforzarse para entender nuevas realidades, rupturas con raíces amadas, adquirir nuevos hábitos y absorber parte de nuevas culturas. En la migración externa conlleva incluso la necesidad de aprender nuevo idioma para sobrevivir. Los que hemos sobrevivido, sabemos que nuestras raíces son una fortaleza y la identidad materna es escudo.

La migración no es el único camino para progresar.

Sin embargo, debemos luchar como equipo y también asumir responsabilidad de nuestras propias acciones para dejar a nuestras hijas e hijos un país donde vean en la migración una opción y no el único camino para sobrevivir. Debemos evitar el drama humano que implica la separación de familias y del abandonar de la tierra que nos vio nacer. Migrar es un derecho humano, básico y no debe ser motivo para ser objetos a discriminación o exclusión. Estemos donde estemos, prima nuestras condición humana frente a cualquier xenofobia.

Todos somos migrantes a lo largo del camino de la vida y por ello la historia de MIGRANTE es el testimonio de que estamos hechos de sufrimiento y dolor, pero también de sueños posibles. Con este texto autobiográfico, expreso mi profundo respeto a la memoria de quienes perecieron en el intento del éxodo para alcanzar un sueño, así como a todas aquellas hermanas y hermanos que tuvieron que migrar de su lugar natal a otras tierras—ciudades o países y que siguen en la lucha lejos de su hogar.