Prensa Libre

Debemos empoderarnos de la idea de que somos capaces de transformar Guatemala.

Los últimos días han estado cargados de muchas emociones, alegrías y recuerdos. Es un cúmulo de sentimientos encontrados, ya que por un lado está la felicidad y por otro la melancolía.

El martes último viajé a Santa Eulalia, Huehuetenango, donde inauguramos junto con la Fundación Sergio Paiz Andrade (Funsepa) dos laboratorios de computación para la Escuela Oficial Urbana, donde cursé la primaria en mis años previos a migrar a Estados Unidos.

«Las personas que están lo suficientemente locas como para pensar que pueden cambiar el mundo son las que lo hacen.» – Steve Jobs.

A mi llegada al pueblo me inundaron los recuerdos y la melancolía. No es para menos. Regresar al lugar donde pasé parte de mi infancia y no encontrar las casas de madera, por ejemplo, o el parque rústico donde solía jugar por las tardes.

Volver a la escuela que, excepto por algunas ampliaciones y nuevas áreas recreativas, está casi intacta; ver a los niños y escuchar el bullicio de cuando todos hablan al mismo tiempo, es verme a mí. Ellos son mi espejo donde me siento reflejado, 30 años atrás. ¿Cómo no sentir el corazón en la mano y contener mis lágrimas?

Sin embargo, siempre estaré feliz por el progreso y que en este caso Santa Eulalia haya ido avanzado. Me alegra que ahora haya carretera de mejor calidad que antes, o que las casas sean de concreto y que la electricidad haya llegado a todo el pueblo.

Por eso estoy convencido de que con los dos laboratorios de computación recién inaugurados mi sueño de poder contribuir al desarrollo se vaya cumpliendo poco a poco. Llevar tecnología a las escuelas es como depositar semillas en tierra fértil, porque de aquí a unos 10 o 15 años estaremos cosechando los frutos que podrían ser los científicos y técnicos que necesita Guatemala.

Luego, el pasado viernes 29 de enero, la Universidad Galileo me otorgó un Doctorado Honoris Causa en Tecnologías de la Información, el cual para mí ha sido un gran honor y privilegio recibir. Es también una alegría inmensa, ya que con el respaldo de una institución tan prestigiosa como lo es la Galileo podré seguir trabajando en apoyar en la educación de nuestros hijos. Recibir este honor de las manos del Dr. Eduardo Suger, una de las mentes más brillantes de nuestro país y a quien admiro, fue extraordinario.

Amo tanto a Guatemala que seguiré trabajando para transformar mentalidades y poner mi granito de maíz para que cada guatemalteco entienda que cada uno de nosotros es motor del cambio que necesita nuestro país. Debemos empoderarnos de la idea de que somos capaces de transformar Guatemala, por la muy simple razón de que todo comienza en nosotros.

A la niñez y juventud quiero animarlos a soñar en grande y perseguir esos sueños. Perder el miedo a nuevos retos. Si no soñamos, no tendremos nada por qué luchar. Que los obstáculos o las limitaciones no sean excusas. Lo importante es saber descubrir las oportunidades detrás de cada desafío, esforzarse y ser perseverantes. Perdamos el miedo de ser diferentes como lo fue el gran Galileo —quien luchó por defender siempre la verdad. Por eso, cabe bien repetir lo que dijo alguna vez el gran Steve Jobs: “Las personas que están lo suficientemente locas como para pensar que pueden cambiar el mundo son las que lo hacen”.