Prensa Libre

Imaginemos el nivel de desarollo que tendrían los atletas nacionales si tuvieran los recursos.

El nombre de Guatemala volvió a escribirse en las páginas de gloria del deporte internacional gracias a la destacada participación de los atletas que representaron al país en los recientes Juegos Panamericanos de Toronto 2015.

Con la cosecha de diez preseas (seis oros, una plata y tres bronces) Guatemala se ubicó entre los diez primeros de la tabla del medallero, destacando como el mejor de Centroamérica.

Es innegable la emoción y alegría que despierta en los guatemaltecos cada vez que uno de nuestros atletas triunfa. Cada triunfo se constituye en un aliciente para un país acechado por la desesperanza.

A diferencia de lo que pasa con el fútbol, por ejemplo, en el atletismo, aún cuando no se logra una medalla el esfuerzo de los atletas es altamente valorado. Para muestra, la creciente animadversión de la gente hacia el fútbol guatemalteco a raíz de su desempeño en campeonatos de alto nivel.

«Quizá lo que fundamentalmente marca la diferencia es el nivel de rendimiento de los atletas en medio de una serie de limitaciones, comenzando por el tema de inversión, que es clave para el desarrollo integral de los deportistas.» —Marcos Antil.

Ciertamente, el fútbol es el deporte más popular del planeta y el favorito de guatemaltecos, pero la falta de resultados satisfactorios, no obstante de ser el de principal apoyo financiero (tanto público como privado), el subdesarrollo demuestra las falencias del sistema desde sus raíces.

Ahora imaginemos la situación del atletismo que, de por sí, recibe escaso apoyo y patrocinios privados.

El atletismo guatemalteco comparte casi un mismo rostro y se forja sobre historias muy parecidas. Desde Doroteo Guamuch (Mateo Flores) y Teodoro Palacios Flores hasta Erick Barrondo o Jorge Vega, por mencionar solo algunos referentes, la humildad, el sacrificio, el trabajo y el esfuerzo personal son el común denominador con que catapultaron el nombre de Guatemala a la cima.

No deja de sorprender cómo en Guatemala en medio de tantas carencias, falta de oportunidades y de apoyo, muchas veces solo de las propias familias, sobresalgan jóvenes atletas en competiciones de categoría elitista. Y no solo sobresalen aun sin ganar una medalla, pues quienes sí lo logran se codean con atletas que se han formado con todas la facilidades y recursos disponibles para perfeccionar una disciplina.

Ahora imaginemos el nivel de desarrollo que tendrían los atletas nacionales si tuvieran los recursos, la tecnología, la preparación y las condiciones adecuadas para su desarrollo.

No se trata únicamente del presupuesto estatal o el patrocinio privado en el nivel preparatorio o de competición. Se trata de abordar el desarrollo de la niñez y la juventud en su integralidad. Esto involucra inversión en educación, alimentación, recreación y seguridad.

Todas estas condiciones deben darse en todos los niveles para lograr un desarrollo integral de la persona. Y no solo debemos verlo a nivel del atletismo, sino en todos los aspectos de la vida social si queremos una sociedad sana, desarrollada y competitiva.

De paso, el futbol no solo seguirá siendo el favorito sino otro deporte más que nos de satisfacciones.