Sonrisas, sueños, brochazos, hermandad. En una sola mañana de sábado brillaron tantas emociones.
El 03 de diciembre recién pasado tuve la dicha de compartir con parte de mi familia biológica, mi familia de XumaK y la comunidad de Amatitlán, durante una jornada de servicio comunitario en un instituto básico de esa cabecera municipal, en donde se contribuyó a pintar las paredes desgastadas, reparar escritorios y la entrega otros nuevos, así como una donación de equipo que ayudará a mejorar la labor en ese establecimiento.
El recibimiento que tuvimos fue conmovedor: un grupo musical de marimba, integrado por estudiantes del instituto, interpretó melodías que me tocaron el alma e hicieron aflorar una lágrima. De hecho fue una de las mayores lecciones de vida que me dejó esa experiencia. Es el claro ejemplo de los primeros frutos del esfuerzo y el trabajo colectivo, así como la muestra del talento joven del país.
Este aprendizaje de vida fue posible porque tantas personas regalaron su tiempo para ayudar a otros. A todos los XumaKeros y a las autoridades locales y del establecimiento, así como lugareños que nos apoyaron, gracias por anteponer a la emoción que produce un partido de fútbol, como el clásico español que se jugaba esa mañana, el sentido común de ayudar a quien necesita: todo un ejemplo que alimenta el alma.
«Se aprende de la gente a nuestro alrededor, en cualquier lugar y en todo momento». – Marcos Antil
En Amatitlán aprendí que, si bien en todas partes hay necesidades, una comunidad bien organizada puede mover montañas. Esto fue lo que hicieron los padres de familia, maestros, directores y autoridades del municipio, que unieron fuerzas en busca de mejorar las condiciones de educación para su niñez y juventud.
Aprendí que para lograr un cambio es necesario estar alineados todos detrás de una misma meta, sobre todo, aquella que persigue ofrecer las posibilidades de un mejor futuro a nuestros hijos.
Aleccionadora fue mi plática con Alan, un chico de 13 años que me enseñó que desde pequeño se puede soñar en grande. Su objetivo es convertirse en un ingeniero de sistemas. Sin duda, con el apoyo de los padres, maestros y la comunidad, conseguirá eso y mucho más.
También aprendí que cuando se quiere salir adelante, la distancia no es un obstáculo. Ese día, tuve la dicha de conocer a un joven emprendedor que, al saber que estaríamos en nuestra labor social en Amatitlán, viajó varias horas desde una aldea de El Progreso para acompañarnos y relatar su experiencia.
No hay mejor actitud ante el triunfo que desafiar obstáculos y dar un esfuerzo extra para hacer lo que nos apasiona. Es lo que hace la diferencia entre sobresalir y adelantarse al éxito y quedarse esperando que las oportunidades lleguen. He aprendido que cuando se buscan las oportunidades y se encuentran con tanto sacrificio, nadie las deja ir.
No puedo estar más agradecido con nuestro Creador y a la vida por la oportunidad de seguir aprendiendo de las personas con las que interactúo a diario. Es un gran regalo que nos ayudemos entre todos para ser cada día mejores personas.